El otoño del iPod
Pocos aparatos electrónicos tienen la trayectoria que los convierte en íconos de una generación, como lo son el Betamax, la cámara Polaroid y el Walkman, hoy gozando de buen retiro gracias a sus descendientes digitales. El iPod, aquel maravilloso reproductor digital de música, que con su ruedita mágica y su capacidad de almacenar más 1.000 canciones nos maravilló desde el año 2.001, podría pronto inscribirse en esa lista de “pensionados”.
Esto a juzgar por los últimos resultados de ventas que acabó de presentar Apple, su fabricante, en el que en el último trimestre reportó ventas por tan sólo 6 millones de unidades, menos de la mitad de lo que había vendido en el mismo período del año anterior.
Su verdugo está dentro de la misma compañía: es el iPhone, que tiene toda la funcionalidad de reproducción de música y videos de los iPods, más la telefonía celular y el uso de datos, lo que nos permite estar conectados permanentemente.
Es ejemplar que una compañía como Apple no haya tenido miedo de “canibalizar” a su propio producto, más cuando se observa que los primeros iPhone se lanzaron en medio de la etapa más popular en ventas de los iPod. Una decisión inteligente pues le permitió a Apple crecer holgadamente durante esta última década, y que, de no tomarse, hubiera podido repetirse el gran error de Kodak, que prefirió proteger su negocio de las películas análogas a pesar de haber inventado las cámaras digitales, error que casi le cuesta salir totalmente del mercado.
Hoy en día las ventas de iPhone representan más del 56% de los ingresos de Apple, mientras que las del iPod tan sólo el 3%, con lo que la canibalización tuvo sentido.
Estos 12 años de vida del iPod fueron exitosos: se vendieron más de 400 millones de unidades en el mundo y se estableció con él la tienda de música iTunes y toda la cultura digital y de diseño a la que Apple nos acostumbró. Pero aunque aún se vende, al parecer es hora de que a este “Walkman del siglo 21” le abran campo en los museos.