Sin defensa civil ante el ciberterrorismo
Las armas cibernéticas hace tiempo que se han convertido en más peligrosas que las convencionales. Esta percepción se potenció tras el reciente ataque con el virus WannaCry que infectó a más de 300 mil ordenadores en 150 países, con un ingrediente aún más perturbador. A diferencia de las guerras convencionales, en las que las víctimas civiles solo pueden ser resultado del daño colateral pero nunca el blanco directo, el virus WannaCry atacó computadoras de usuarios civiles. El WannaCry (quiero llorar) y el gusano ramsonware (liberación del secuestro virtual mediante pago con bitcoins) desnudaron nuestra vulnerabilidad digital individual. Nos imponen más dudas sobre el internet que se avecina, el de las cosas, cuando todos nuestros utensilios, vestimenta, auto y billetera estén interconectados e inseguros.
No se sabe a ciencia cierta si el ciber virus fue propagado por hackers-terroristas independientes o si fue un test de rusos y coreanos para medir resultados. Pero ahora el quiénes no es tan importante como el cómo. Según la evidencia, los ciber criminales habrían obtenido los ingredientes para crear el WannaCry tras una fuga de información desde la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU.
El WannaCry aporta varias lecciones. La más educativa es que la protección digital es una tarea individual. Los expertos recomiendan crear un micro clima digital seguro. Actualizar los sistemas operativos cada vez que los fabricantes lo aconsejen; hacer back ups periódicos de todos los contenidos en discos externos; sospechar de todos los adjuntos; comprar los mejores antivirus y nunca bajar la guardia.
Los gobiernos tienen mayores desafíos. Los más desarrollados si bien crean sofisticados sistemas de protección, hasta para espiar y desencriptar conversaciones y mensajes de telefonía móvil, muchas veces esos sistemas se convierten en su talón de Aquiles, ya que terminan en manos de los ciber criminales. Esa connivencia entre gobiernos y ciber crimen organizado, seguramente involuntaria pero peligrosa al fin, es lo que el presidente de Microsoft, Brad Smith, definió como la mayor amenaza a la ciber seguridad mundial. Por ello cree que llegó la hora de concertar una especie de Convención de Ginebra Digital que, así como el tratado original, proteja a los civiles como ocurre ante una guerra con armas convencionales.