Viajes al pasado
Un día caminaba con mi padre por una calle de Bucaramanga. Venía a nuestro encuentro el señor Estanislao Jaramillo, a quien supuse nos detendríamos a saludar de mano como era la costumbre de la época. Sin embargo, seguimos de largo y vi en el rostro de mi padre un gesto de rigidez y desagrado. Le pregunté el porqué. Me respondió de manera tajante: “Es que dicen se robó unas estampillas en la Gobernación”. Ningún juez lo había condenado hasta entonces y sin embargo la mera sospecha de meter las uñas en el erario era delito monstruoso y causaba el extrañamiento social.
Hoy también recuerdo que juzgado el señor Estanislao Jaramillo, fue absuelto de toda responsabilidad. Esas imágenes del recuerdo quedan grabadas en aquel remoto e insondable laberinto de la mente y regresan al estímulo de algo que es un misterio. Conversaba con Rodrigo Espíndola, el creador de la original “Casa del Quijote” en Zapatoca, cuando unos de sus clientes le largó un billete de 50 mil pesos para pagar la cuenta. De la caja registradora brotó el antiguo “ring ring” sonido que alertaba que alguien la abría. Vi la sorpresa que le causó aquel sonido al cliente. ¡Quédese con los vueltos señor Espíndola! Y este le respondió: Solamente me debe pagar 10 mil pesos. -No importa, quédese con los vueltos- repitió el cliente. - Ese sonido de la caja me hizo muy feliz- dijo- , recordé a mi padre, 50 años pegado a la registradora de su almacén, un aparato que de niño me pareció mágico, multiplicaba los billetes.
¿Se podrá afirmar que los sueños se encuentran en el mismo espacio donde anidan los recuerdos? Tal vez hoy la ciencia lo pueda dilucidar. “Si nos acordásemos de todo, estaríamos tan enfermos como si no nos acordásemos de nada” (William James). Lo cierto es que podemos soñar estando despiertos.
Recuerdos agradables o desagradables que marcan. Un perfume, un color, la música o la letra de una canción. Las palabras seductoras, la primera caricia a aquella mujer, recuerdos, pesadillas, sueños que se entrelazan, viajes al pasado.