Ocho meses para pensar y no volverse a equivocar
En poco menos de ocho meses, o el 25 de octubre próximo para ser más exactos, Bucaramanga y el área metropolitana tendrán una nueva oportunidad para elegir a sus dirigentes. En esa fecha, los santandereanos decidirán quiénes estarán a cargo de los concejos, alcaldías y la gobernación durante los próximos 4 años. Son 239 días que le quedan al electorado para pensar cuáles son las principales dificultades que enfrentan la ciudad y la región, analizar las diferentes propuestas y examinar con lupa las hojas de vida de quienes propongan sus nombres para ocupar esos cargos públicos de tanta importancia para el futuro inmediato.
Pero lo más importante de todo, la parte verdaderamente esencial del asunto, es que a esta sociedad le queda ese tiempo para tomar conciencia de que no puede volver a cometer el mismo error de los años anteriores. La verdad es que los municipios del área y particularmente Bucaramanga no se han destacado precisamente por haber tenido buenos mandatarios en los últimos años. De hecho, la capital de los santandereanos cuenta con la vergonzosa característica de tener a sus dos alcaldes más recientes destituidos y en problemas con la Justicia, al tiempo que la administración actual prácticamente no deja pasar un día sin ser protagonista de escándalos por corrupción u objeto de críticas generalizadas por su negligencia y mala gestión.
Sí. Puesto en otras palabras, los santandereanos deben tener muy presente que esta región ha gozado de muy buenos años de desempeño económico, en los que los índices locales de desarrollo son la envidia del resto de la nación. Sin embargo, en ningún momento se puede olvidar que ese éxito es producto de un sector privado pujante y competente, que ha logrado crecer no gracias, sino a pesar del gran lastre que significan las esferas públicas en esta zona del país.
Bucaramanga y su área metropolitana requieren con urgencia contar con alcaldes capaces, comprometidos con la ciudad, que trabajen por el bienestar y la calidad de vida de sus electores y no en función de sus intereses personales, los de la clase política y los contratistas que los hacen elegir. Situación idéntica ocurre con los concejos.
En síntesis, hace lustros que en el ámbito local la dirigencia gubernamental deja mucho qué desear, así que esta próxima oportunidad de corregir el camino no se puede desaprovechar.