Colombia y las sustancias ilícitas
Colombia lleva más de cuatro décadas girando en torno al mefistofélico mundo de las sustancias ilícitas; durante tal lapso, nuestro país ha sido duramente golpeado por todos los eslabones de la cadena de los narcóticos: su cultivo, producción, tráfico, narcomenudeo y consumo.
El universo de las sustancias ilícitas es muy dinámico; la respuesta del Estado y la sociedad ha sido rígida y acartonada, lenta, tardía, fuera de contexto.
La realidad hoy es distinta de la que vivimos hace dos o tres décadas. En Colombia, día a día, aumenta preocupantemente el número de personas que consume sustancias sicotrópicas, crece el número de adictos a ellas. El país sigue produciendo drogas, pero cada vez más cantidad de ella se destina al mercado y consumo interno.
El consumo de drogas entre los nacionales colombianos debe ser hoy mirado y tratado como un problema de salud pública y no como un problema punitivo. El ministro de Justicia expresó en Viena, hace poco, en un foro sobre drogas, que el mundo debe cambiar el enfoque de tal política, focalizarla en los derechos humanos y en la salud pública.
Hoy, en Colombia, el narcomenudeo es el punto sobresaliente y sus particularidades varían significativamente región a región, ciudad a ciudad, comuna a comuna; en cada lugar tiene su propia dinámica. Ello hace que sea muy difícil enfrentarlo.
En Colombia, en los últimos 15 años, ha habido 40 reformas a la legislación penal. En todas se han aumentado las penas, en especial en delitos relacionados con el narcotráfico, y no ha disminuido la comisión de dicho ilícito, por el contrario, en los últimos cinco años ha aumentado en un 67% el número de personas detenidas por delitos relacionados con el narcotráfico, y su número crece día a día.
Así, hay que replantear el enfoque del problema, pues hoy en Colombia hay alto consumo de marihuana, proporcionalmente seguida por la cocaína, las drogas emergentes (sustancias nuevas) como el poppers y el “dick”, ha aumentado el uso del LSD y el uso inadecuado, con fines no terapéuticos y sin prescripción médica, de barbitúricos, analgésicos narcóticos, benzodiacepinas y ketamina.
El asunto es actualmente un problema de salud pública, así se debe enfocar y diferen-ciarse el tratamiento punitivo para quien comercializa drogas y quien es consumidor de ellas, pues son dos realidades distintas.