¿Más impuestos para un país saturado de impuestos?
Toma cada vez más impulso una nueva reforma tributaria. Es casi que inminente. Y mientras el Gobierno y el Congreso siguen empeñados en la idea de aumentar una vez más los impuestos, ahora con argumentos especiales como la caída de los ingresos por causa del desplome de los precios del petróleo, la opinión pública nacional tiene cada vez más cuestionamientos.
Y tiene cada vez más cuestionamientos, porque ve con justificado temor lo que podría sucederle a una economía que ya se encuentra débil por las dificultades internacionales, si se grava aún más a los particulares.
Además, la ciudadanía se pregunta si es justo que en un país como Colombia se piense en subir por enésima vez los impuestos, cuando éstos ya se encuentran entre los más onerosos del mundo.
Es que esa realidad ya no se puede poner en duda. Este país, relativamente hablando, tiene uno de los sistemas impositivos más altos del planeta. Sobre todo, si se considera lo que obtienen los contribuyentes a cambio de sus aportes al Estado.
Quienes en el alto Gobierno juegan a justificar las nuevas alzas, suelen escudarse en cifras como que mientras en naciones como Bélgica y Alemania el Gobierno se queda con más del 45% de los ingresos de las personas, en Estados Unidos con el 39% y en vecinos de la región como Chile esta cifra llega al 40%, en Colombia el dato se ubica entre el 30 y 35%.
Sin embargo, de manera conveniente olvidan la otra parte de la ecuación.
Y es que si bien aquí porcentualmente puede que se pague un poco menos en impuestos comparado con otras sociedades, no se puede desconocer que allá, a cambio de tasas altas, hay trenes y autopistas modernas, acueductos y buenos colegios, aeropuertos y sectores públicos eficientes. Mientras tanto aquí los impuestos se traducen en escándalos de corrupción, obras escasas con precios inflados y de mala calidad, al tiempo que miles de niños no cuentan con una educación básica de mínima calidad y cientos de poblaciones no cuentan con calles pavimentadas ni agua potable o luz eléctrica.
Con esos argumentos, no se puede desconocer que los gravámenes en Colombia son excesivos por donde quiera que se miren y ya es tiempo de que para balancear las cuentas nacionales se analice más cómo atajar la hemorragia de la corrupción en lugar de insistir en exprimirle más los bolsillos al contribuyente.