Editorial: La Fifa, merecedora de la copa mundial del fraude
Con palabras similares a las del título de este editorial, calificó la justicia de Estados Unidos a los funcionarios de la Federación Internacional de Fútbol Aso-ciado, FIFA, que incurrieron en varios delitos en cuantía no inferior a los 200 millones de dólares.
La verdad es que sobre la Fifa y su eter-no presidente el suizo Joseph S. Blatter, han circulado insistentes versiones de que allí existe un verdadero centro de corrupción. De ser ciertas estas versiones que, en realidad, pocas personas ponen en duda, el asunto debería tomarse muy en serio, al menos en los países en los que esta Federación tiene existencia, en tanto se ha convertido, en la práctica, en una especie de poder supranacional sobre el que, a veces, ni las leyes ni las constituciones de los países logran tener efecto regulador.
La Fifa, con Joseph Blatter a la cabeza, no solo mueve enormes cantidades de dinero, lo que ya le da un poder descomunal, sino que determina lo que es el desarrollo del fútbol profesional, que más que un deporte es una empresa orbital de un tamaño formidable, y que para la mayoría de sus aficionados tiene características similares a las de una religión.
Joseph Blatter ha ejercido sin pudores ese gran poder. Por eso se le compara con los presidentes, con el Papa, con el director del Banco Mundial. Blatter es la cabeza de una organización que legisla para centenares de países del mundo, en una materia que suele ser más sensible para millones de personas que las que constituyen materia de trabajo de los órganos legislativos nacionales.
Bajo los designios del presidente de la Fifa puede estar, por ejemplo, la posibilidad de muchos países de jugar un mundial, que es el sueño o la obsesión de naciones enteras; de organizarlo, las normas arbitrales, en fin, todo forma parte de un opulento menú al que tienen acceso real solo un puñado de personas que gravitan alrededor de Blatter quien, a pesar del escándalo surgido ayer, mañana seguramente será reelegido por quinta vez en la presidencia de esa Federación.
El alto grado de corrupción en el que pa-rece estar la Fifa, pone en riesgo la dirección mundial del fútbol y hace pensar en que en los próximos años haya que definir una organización más seria y limpia que dirija la colosal multinacional de ese deporte.