El gusto oficial por lo obsoleto
El Estado colombiano tiene, además de la corrupción que se lo devora a pedazos, otra característica malsana que lo define en todas sus actuaciones.
Se trata de su falta absoluta de planeación, combinada con buenas dosis de improvisación, que tienen como efecto que un muy alto porcentaje de las determinaciones y obras en las cuales tiene que ver el sector oficial, o bien tengan errores inexcusables, o tomen tanto tiempo que sin haber sido puestas en servicio resultan totalmente obsoletas.
Tan indignante como costosa práctica, no solo mantiene al sector público y todo lo que tenga que ver con este en un estado de atraso crónico, sino que le genera además cuantiosos gastos y profundas molestias a la ciudadanía.
Ciudadanía que aún no puede creer, por ejemplo, la última noticia sobre los nuevos pasaportes, que confirma con rigurosidad lo dicho párrafos arriba.
Es que definitivamente no hay derecho a que sin que aún todos los colombianos hayan cambiado su pasaporte por el más reciente, ya que en teoría a partir de noviembre el antiguo ya no será válido, se anuncie que este último, en teoría nuevo, tampoco cumple con todos los requisitos de la comunidad internacional.
Es así como el documento necesario para viajar al extranjero, que era de lectura manual, se pasa a uno de código de barras, pero sin haber sido implementado en su totalidad ya es obsoleto, en vista de que la tecnología en el presente lo dota de un chip que contiene la información del viajero. Y no sobra decir que algunos países desde el año 2007 expedían ya este tipo de pasaporte .
En pocas palabras, el Gobierno una vez más actuó varios años tarde, retraso que le costará al ciudadano del común una vez más trámites, colas, esperas y dinero.
Pero lamentablemente, el del pasaporte no es el único caso.
Con el pase de conducir ha ocurrido varias veces lo mismo, sin contar con las obras públicas en las que las calles y carreteras así como los aeropuertos (casos de Bucaramanga y Bogotá para no ir más lejos) antes de haber sido inaugurados, se han quedado pequeños para el uso que demanda la sociedad entera.
En resumidas cuentas, para el caso de los pasaportes una vez más la falta de previsión, la desidia y la incompetencia brotaron con toda su fuerza, en lo que lamentablemente es apenas el más reciente despropósito oficial que deberá pagar el colombiano del común.