La intoxicación silenciosa
Nadie entiende hoy la vida personal, familiar y laboral sin los aparatos, utensilios eléctricos y dispositivos electrónicos que usamos diariamente. Neveras, licuadoras, aspiradoras, aparatos de sonido, celulares, televisores, computadores, tabletas, baterías (pilas), móviles y equipos electrónicos para trabajo, diversión, seguridad y demás.
La tecnología forma parte de nuestras vidas, nos provee de información, nos facilita el hacer las cosas, amplía nuestras capacidades, nos posibilita el hacer trámites, nos ahorra tiempo. Pero tiene, también, otra cara. Rápidamente se convierte en basura electrónica, tanto por su política y proceso de elaboración como por la veloz innovación tecnológica que en muy corto tiempo vuelve todo obsoleto, desechable.
Hace 50 años un teléfono fijo duraba en uso 20 años, una nevera 15 o 20 años, un televisor, 10 o 5 años; hoy todo se desecha a los 2 o 3 años. Las tecnologías son cada vez más efímeras, esa es su filosofía y cada nueva generación de seres humanos es formada para concebir que todo es desechable.
Tecnológicamente, lo que ayer era útil hoy es basura, chatarra electrónica que se deja abandonada en cualquier parte y comienza a contaminar ya que muta a desecho tóxico. En ese estado sus componentes de mercurio, cadmio, plomo, selenio, arsénico, cromo, trióxido de antimonio y demás compuestos químicos, generan graves problemas de salud en los seres humanos e inenarrable daño ecológico pues sus insumos son altamente tóxicos.
En el mundo se ‘producen’ al año 50 millones de toneladas de desechos tóxicos. En Bogotá, sin tener en cuenta al resto del país, anualmente se generan cerca de 22 mil toneladas y solo el 6% tiene un manejo adecuado. Colombia, en 2018, tendrá acumulados un millón de toneladas de residuos electrónicos y eléctricos.
Los daños cerebrales, en el sistema nervioso, los casos de cáncer y otras mortales enfermedades que producen, se multiplican exponencialmente y el Estado y la sociedad no tienen conciencia de la trascendencia del asunto; tal tema solo es tratado en forma tangencial.
Tenemos normas para ‘controlar’ ello pero son raquíticas, mientras los colombianos no sabemos qué hacer con nuestra basura tecnológica. Un celular, por ejemplo, tiene de 500 a 1000 compuestos diferentes y vuelto basura puede llegar a contaminar 132 mil litros de agua. Es la intoxicación silenciosa.