La informalidad que nos inunda
En Colombia todo se “piratea”; la informalidad está enquistada en todos los ámbitos de la vida nacional. Aquí todo es caldo de cultivo para la informalidad, para la marginalidad. Hay actividad financiera “pirata”, minería “pirata”, vivienda “pirata”, toma de energía eléctrica “pirata”, transporte “pirata”, trabajo “pirata”, etc. Muchas son las causas pero, además, nos atrae el tomar atajos, lo que produce muchos problemas para el país, su economía y el comportamiento social.
La informalidad es consecuencia de cosas como el sinnúmero de requisitos que hacen difícil entrar en el sector formal, es producto de las deficientes medidas implementadas por el Estado pero, además, culturalmente somos un grupo humano al que le embrujan los vericuetos.
En nuestros días vivimos una delicada realidad: más de una tercera parte de la actividad económica del país es “pirata” y la informalidad genera más informalidad, sube los costos, genera desorden en todas las actitudes de la vida, profundiza las desigualdades, buena parte de su rentabilidad se asienta en el burlar los derechos laborales, de seguridad social, etc.
¿Ejemplos? Muchos. En materia de finanzas, el “gota a gota” tomó auge ante las barreras que tienen muchos sectores sociales para acceder a crédito en el sistema financiero. Además, a buena parte de quienes están en el sector informal no les interesa pasar a la formalidad por los subsidios y gabelas que tienen como el Sisben; es decir, “quien puede se mantiene informal”.
Uno de los sectores más afectados por la informalidad es el transporte público urbano. Entre el 30% y el 40% de este es informal. Gran parte de los pobladores de nuestras ciudades usan como medio de transporte habitual alguna expresión de la “piratería” como el mototaxismo, los taxis que mutaron a colectivos, vehículos particulares que prestan subrepticiamente servicio público, etc.
Eso genera graves problemas de todo orden y no ha sido posible ponerle freno. El transporte público urbano surgió en el país hace cerca de 100 años, el Estado ha sido lerdo en su regulación, no ha podido evitar que el transporte “pirata” se vuelva una expresión social, dejó que los hechos tomaran la delantera y hoy padecemos los funestos resultados de ello. Y pese a todo, la situación exige eficaz y rápida respuesta del Estado.