Los futbolistas como mercancía
El fútbol es, en el mundo contemporáneo, el deporte que más entusiasmo despierta en los cuatro puntos cardinales del planeta. En torno al juego de 22 jóvenes tras un balón, sus tácticas, estrategias y pujas por el triunfo, se reúnen miles de millones de personas que con fervor siguen a este o aquel equipo, así como hay abultados intereses económicos, inimaginables movimientos de geopolítica, en fin, jalonado por los avances tecnológicos de los medios masivos de comunicación, es el gran espectáculo de nuestro tiempo.
Pero tras bambalinas, en esa apretada urdimbre que es el fútbol de hoy, hay situaciones y componendas oscuras, brumosas, de muy diversa naturaleza.
Una de ellas, cuestionada, gira en torno al negocio de los “pases” de los futbolistas, en el que son determinantes inmensas sumas de dinero en las más cotizadas monedas y habilidosos marchands del deporte. Muchas aguas corren bajo tales puentes y más de una de ellas es bastante turbia.
Defensores de los derechos humanos cuestionan el que la capacidad de los deportistas sea objeto de negociaciones como si fueran semovientes, o esclavos. Pero poco o nada se ha hecho en el mundo para ponerle control a ello.
Pero más censurable y turbia es la transacción de los derechos deportivos de futbolistas que no son luminarias de tal deporte. Son muchachos ingenuos, de modesta cuna, quienes soñando llegar a ser luminarias, salir de la miseria y ayudar a los suyos, caen a abismos inimaginables al ser mercancías en oscuros negocios de “trata” de personas.
Muchachos de barriadas colombianas, ilusionados por oscuros mercaderes, venden lo poco que tienen sus modestas familias, consiguen préstamos con intereses de usura para comprar tiquetes de viaje por vía aérea a países extranjeros en los que se habla un idioma distinto al español, allí les hacen firmar documentos cuyo contenido ignoran y terminan siendo abandonados a su propia suerte, desempeñando oficios tales como vendedores informales, utileros de equipos de fútbol, o jornaleros, sin arraigo, lejos de sus familias, sin recursos económicos para regresar a su país de origen.
Las autoridades deben implementar políticas que frenen estos desmanes, sean las víctimas jóvenes futbolistas o, bien, ingenuas muchachas que son llevadas a otro país para que allí ejerzan la prostitución; más que aislados casos policivos, son hechos que lesionan hondamente nuestra sociedad.