Una Justicia vergonzosa
En Colombia el crimen sí paga. O al menos ese pareciera ser el mensaje que la Justicia le quiere enviar al país, tras la decisión de otorgarle detención domiciliaria a Miguel Nule Velilla, al considerar que sufre depresión.
Según la decisión judicial, además de la depresión, Nule Velilla tiene proble-mas para dormir y está obeso. Estas cir-cunstancias, de acuerdo con el Juez Se-gundo de Ejecución de Penas de Sincele-jo, son suficientes para que se le otorgue el beneficio de la detención domiciliaria.
La decisión de este juez muestra una vez más la debilidad de la Justicia colombiana, en la que la llamada “casa por cárcel” se ha convertido en la manera en la que los delincuentes ricos y poderosos evaden su deuda con la sociedad y la Justicia. Mientras miles de presos permanecen hacinados en las cárceles del país, muchos de ellos en verdad enfermos y sin atención e incluso esperando por años una condena, estos delincuentes de “cuello blanco” burlan la justicia y purgan sus condenas en lujosas mansiones, que bien lejos están de ser el lugar al que merecen ir.
El tema indigna aún más, pues mu-chos de estos criminales han sido perso-nas con formación académica suficiente y posibilidades económicas muy superio-res a las de que cualquier colombiano pro-medio, razón por la cual sus crímenes debieran ser castigados de manera ejemplar, pues su actuar delincuencial no es consecuencia, como muchos de los que hoy duermen en cárceles, de una vida de necesidades y privaciones.
No puede olvidarse que mientras los Nule vivían una vida de lujos y excesos, llevaron a Bogotá al caos y los efectos de sus actuaciones en el llamado ‘Carrusel de contratos’ sumieron a la Capital en un retraso en su desarrollo del que aún no termina de reponerse.
Pero mientras Bogotá quedó sumida en el desorden, hoy años después, Guido Nule “paga” su condena en un exclusivo barrio de Barranquilla, a pocas cuadras de la lujosa mansión donde también se encuentra detenida Silvia Gette. Y ahora será Miguel quien seguro habitará este o cualquier otro barrio exclusivo de alguna ciudad capital.
Es esta realidad la que hace que los colombianos no crean en la Justicia, pues además de la interminable mora judicial y de la impunidad reinante, queda claro que en este país hay delincuentes de primera y de segunda y que como dice el dicho popular, al final la justicia termina siendo solo para “los de ruana”.