Se necesita una política contra la violencia de género
En los últimos días los dirigentes han estado muy activos con los medios, expresando su preocupación por la violencia de género que tiene en Santander uno de los departamentos con los índices más altos en esta materia.
Suele suceder que después de algún hecho doloroso de agresión a una mujer, las autoridades se hacen grandes propósitos, promueven campañas y expresan indignación, en una especie de protocolo que sirve para apaciguar la angustia de las mujeres en general, que se sienten vulnerables dentro de una cultura que, como la santandereana, suele agredirlas hasta llevarlas incluso a la muerte.
Surgen entonces las propuestas de carácter educativo, las policiales, las judiciales; se expresan las teorías sicológicas, sociológicas, políticas, etc, que cada dirigente escoge según su particular concepto y tratan de insertar tales ideas y proyectos en los programas de gobierno, de tal manera que su conciencia quede tranquila, la constancia histórica quede sentada y se pueda pasar al siguiente punto de la agenda.
Lo cierto es que nada de esto sirve ni ha servido por el hecho simple pero conclu-yente de que se responde a coyunturas, generalmente derivadas de hechos es-candalosos que trascienden a los medios. Las medidas tomadas en el calor de situaciones como esta crean una apariencia de acción estatal contra la violencia de género que, por no tener base real, terminan por convertirse en una gruesa cortina que oculta los siguientes hechos de violencia contra la mujer.
Lo que se hace necesario, si existiera una voluntad real de contener esta ten-dencia creciente al maltrato a las muje-res, es que, en vez de comunicados llenos de intenciones y programas improvisados, se trazara entre todas las autoridades e instituciones públicas y privadas relacionadas con este problema, una política única, sincera, articulada, multidisciplinaria, que contemple todas las vertientes del problema, de tal manera que pueda enfrentarlo permanentemente y solucionarlo en la medida de lo posible, así sea en un plazo largo.
No podemos seguir pensando que la violencia es un problema ancestral del santandereano y que la mujer es, por naturaleza, la víctima más frecuente de tal desgracia. Nos hemos gastado muchos años para llegar a este grado de agresividad contra la mujer y nos llevará otros tantos resolver una situación tan com-pleja y dolorosa, pero solo con acciones aisladas de los dirigentes nunca se va a avanzar en el sentido que es necesario hacerlo.