Las inmigraciones ilegales
Colombia es un país que, a lo largo de sus 200 años de vida republicana, ha padecido ene número de episodios de desplazamiento masivo interno de sus ciudadanos, fundamentalmente como consecuencia de la violencia política interna, de conflictos por la tierra y de las desigualdades que padece. Basta rememorar que el crecimiento acelerado de nuestras ciudades que se produce a partir de mediados del siglo pasado, es consecuencia más que del proceso de industrialización, del desplazamiento de campesinos que buscaron en ellas refugio para huir de la violencia en el sector rural de la patria.
Así, los desplazamientos no son historia nueva en nuestro país, ni lo son aquellos que ha habido con los países limítrofes; mas el fenómeno que hoy se presenta en varios lugares de nuestra geografía como es el caso de Turbo, es nuevo para Colombia. Cientos, o probablemente miles de inmigrantes ilegales asiáticos y africanos, para los cuales nuestro territorio es lugar de paso pero que por las medidas de restricción migratoria de otras naciones han quedado anclados en municipios como Turbo, no tienen antecedentes.
Turbo, municipio del Urabá antioqueño, que en las últimas décadas ha visto cómo su población ha pasado de pocos miles a cerca de 200 mil habitantes por la llegada de colombianos migrantes que huyen de la violencia, al que aceleradamente le ha tocado enfrentar el problema de decenas de barrios subnormales y hacer crecer servicios públicos domiciliarios en medio de estrecheces, enfrenta otro problema, que se suma a sus cotidianos problemas sociales, el tener que dar improvisado albergue a extranjeros que quedaron parqueados allí al no poder pasar a Centro América, camino de América del Norte.
El problema de los inmigrantes irregulares en el mundo es tan viejo como la humanidad y ningún país lo ha logrado resolver satisfactoriamente. Por eso todas las culturas tienen componentes diversos y las razas se nutren de mestizaje. Hoy lo vive el mundo en Europa, en el mar Mediterráneo, en E.U. y Canada y se comienza a reflejar hasta en Colombia.
Debe nuestro Estado implementar medidas al respecto pues el drama humano que viven hoy cientos de personas en Turbo, el que persistentemente ocurre en Cúcuta y en otros lugares de nuestra geografía, exigen una política de asistencia humanitaria e internacional muy claras y pragmáticas.