El aire contaminado que se respira en Bucaramanga
El informe, la verdad, no genera mu-cha sorpresa. Y no lo hace, porque sus conclusiones no solo se han debatido en ocasiones anteriores, sino que basta con salir a las calles de varias zonas de la ciudad a cualquier hora del día para darse cuenta. Para ser víctima del fenó-meno. No obstante, el estudio debe to-marse muy en serio.
Según el Observatorio de Salud Pública de Santander, la calidad del aire en Bucaramanga no es buena y la consecuencia es, como podría esperarse, que sus habitantes vengan padeciendo cada vez más enfermedades respiratorias y cardiovasculares crónicas. Particularmente, los niños.
Y es que de acuerdo a las mediciones, el material particulado, es decir la cantidad de contaminación proveniente en su mayoría de los vehículos y la industria que pueda llegar a tener la atmósfera que se respira, en Bucaramanga excede los límites tolerables por el cuerpo humano. En pocas palabras, en la capital de los santandereanos no se respira un aire sano.
Y es como consecuencia de no respirar un aire sano, que los bumangueses son víctimas de más padecimientos en sus pulmones y sistema cardiovascular, como también lo concluye la investigación luego de hacer los cruces correspondientes entre los índices de esas afecciones y el aire que se consume.
De hecho, no resulta aventurado afirmar que el estudio del Observatorio se queda corto. Y es que si el análisis está construido basado en mediciones del 2006 al 2008 y luego entre este último año y el 2010, no es necesario ser experto en el tema para deducir que en el presente la situación puede ser mucho peor.
La cantidad de vehículos que han en-trado a circular en la ciudad durante el boom de las ventas de carros de los últimos años a razón de 1.000 mensuales durante 5 años, además de las decenas de miles de motos, muchas de las cuales lamentablemente contaminan por encima de lo que deberían, permiten suponer que los materiales particulados contaminantes se han multiplicado.
Sobre la calidad del aire en Bucara-manga no son muchos los que hablan y son menos aún los que se preocupan. Y particularmente las autoridades, que desde hace lustros se desentendieron del problema, tal vez esperando, como en tantos otros casos o bien que haya un incremento inusitado en las víctimas mortales o a que el problema se desborde y llegue a tales niveles que se vuelva imposible de solucionar.
¿Hasta cuándo?