¿Y ahora el voto-chantaje?
En Colombia en materia de elecciones, no es aventurado afirmar que a lo largo de la historia se ha visto de todo. A la hora de disputarse el favor popular que se manifiesta mediante el voto, este país y más concretamente su clase política se volvió experto en lo que se refiere a lo malo. Es decir, a las trampas, triquiñuelas, malas costumbres, compra de sufragios y hasta adulteración de los resultados finales para lograr la victoria que al final de cuentas, es sinónimo de hacerse a los presupuestos públicos.
Sin embargo ahora, en el presente, la opinión pública nacional está siendo testigo de una nueva modalidad de intriga. Un ardid que pretende aprovecharse del plebiscito para la paz que está próximo a llevarse a cabo, para beneficiar intereses particulares.
Y es que tal como ha quedado en evi-dencia en las últimas semanas, hoy por hoy diferentes grupos, asociaciones, círculos, comunidades y un gran etcétera, pretenden sacarle beneficios o prebendas al gobierno y hasta obligarlo a cambiar políticas oficiales bajo la presión, que puede fácilmente confundirse con un chantaje, de que o cede, o amenazan con votar para no aprobar los acuerdos de paz.
De hecho, ya lo han anunciado por ejemplo asociaciones de taxistas, que han manifestado que se unirán a la negativa al plebiscito a menos que saquen a Uber, su competencia, de las calles de las ciudades colombianas. Y aún más grave, grupos religiosos que en teoría deberían difundir un mensaje de paz y reconciliación, han amenazado también con unirse al No a menos que se haga lo que ellos pretenden en materia educativa en lo referente a los manuales de convivencia escolar.
Tan lamentable situación obliga en-tonces a preguntarse, ¿qué pasó con la paz como beneficio fundamental en sí misma?
En otras palabras, no es un tema lo suficientemente trascendental la posibilidad de desmontar a las Farc luego de 50 años de guerra, como para que los colombianos depositen su voto ya sea por el Sí o por el No luego de informarse bien de lo que dicen los acuerdos, independientemente de amarrar su conciencia a otros temas cuya importancia es menor en estos momentos, tales como si Uber opera o no en las calles?
¿Será que el país entero no se ha dado cuenta de la magnitud de la decisión que deberá tomar, hay que insistir, en uno u otro sentido, pero de manera informada en pocas semanas?
La respuesta por el momento genera preocupación y alarma y solo resta esperar que los diferentes protagonistas de esta sociedad que insisten en amarrar la paz a su propia agenda entren en razón y piensen y actúen a conciencia lo que verdaderamente se va a decidir.