El oscuro mundo de las apuestas deportivas
El 15 de noviembre de 1989, cuando se jugaba la fase final del campeonato de fútbol de primera división, en Medellín fue asesinado Álvaro Ortega, árbitro de la liga profesional de tal deporte. Si bien la investigación judicial por su muerte nunca pasó de la etapa preliminar, se sabe que su actividad arbitral fue la causa de tan aleve crimen y que los autores intelectuales fueron miembros de las mafias de apuestas deportivas. Una semana después, la Dimayor decidió que ese año el campeonato no continuaba, quedando inconcluso.
Si bien en los últimos 27 años solo discontinua y esporádicamente los medios de comunicación han tocado el tema de las apuestas deportivas, es latente su existencia y oscuros procederes.
Las apuestas deportivas ilegales se han disparado por los avances de la tecnología electrónica y la facilidad de acceso a internet. En Colombia muchas personas frecuentan páginas online internacionales de apuestas deportivas (se afirma que hay cerca de 8.000), que no tienen autorización, control ni vigilancia oficial. En el país hay gigantescos circuitos de apostadores ilegales y se afirma que muchos miles de millones de pesos circulan en tal universo, que dicha actividad se usa para ‘lavar’ dineros oscuros y darle la espalda a la Dian. Además, en las distintas regiones, siguiendo diferentes procedimientos, hay casas ilegales de apuestas deportivas.
Un árbitro de fútbol denunció que cuando se jugaban las finales del torneo profesional del primer semestre del presente año fue abordado por sujetos que pidieron “le metiera mano” a los partidos.
Las redes de apostadores ilegales tienen conexiones con mafias que explotan irregularmente, a nivel internacional, las apuestas deportivas y los juegos de azar. En el mundo operan, entre otras, mafias chinas, tailandesas, de Singapur, Rusia, europeas, norteamericanas.
En el Código Penal no hay normas que señalen que es delito manipular el desarrollo y resultados de partidos de fútbol y otros deportes. Por eso toda investigación judicial que al respecto se hace usa leyes que regulan la estafa y delitos semejantes, pero ellas se ajustan mal a la dimensión del problema comentado.
Mientras se robustecen la corrupción, las redes de apuestas ilegales, las cantidades de dinero que mueven, no hay política sistemática alguna de parte del Estado para ‘meter en cintura’ tan oscuro y maloliente negocio.