Kiko Gómez y el drama de la política regional
Esta semana, el Juez Octavo Especializado de Bogotá condenó al exgobernador de la Guajira Fran-cisco Gómez Cerchar, ‘Kiko’ Gómez, a 55 años de prisión, como determinador del homicidio de la exalcaldesa de Barrancas Yandra Brito; su esposo, Henry Ustáriz, y su escolta Wilfredo Fonseca Peñaranda. Según estimó el juzgador, los tres homicidios se llevaron a cabo por el grupo criminal de Jesús Figueroa, alias ‘Marquitos’ Figueroa.
La condena contra ‘Kiko’ Gómez es sin duda una triste radiografía de cómo en muchas regiones del país la delincuencia se tomó desde hace rato las administraciones. La Guajira es un departamento donde hace mucho los políticos han esquilmado el erario y han vivido en contubernio con los criminales, que los han sostenido en el poder. El resultado: un departamento donde cada día se mueren los niños de hambre y de sed y cualquier recurso público se pierde entre la corrupción y el miedo.
Pero la Guajira es solo la muestra de lo que pasa en casi la totalidad de las regiones del país, donde sobre muchos de los gobernantes pesan grandes cuestionamientos.
Gran parte de este lamentable panorama es responsabilidad de la forma en la que hoy se adelantan las campañas políticas. Lejos de ser un debate de ideas, donde los ciudadanos escogen los argumentos que más les convencen, hoy las elecciones regionales son un espectáculo de despilfarro y derroche de dinero, donde se invierten cifras exorbitantes, para garantizar la compra de votos, y que muchas veces solo pueden ser costeadas con el volumen de los dineros que mueven los negocios ilegales.
La condena a ‘Kiko’ Gómez en la Guajira devuelve la esperanza de que alguna vez la justicia sí obrará contra todos aquellos que han burlado la democracia y que han convertido la función pública en un fortín del crimen. Pero también muestra de forma miedosa cómo en algunos departamentos aún hoy la oposición a los intereses de mandatarios criminales se cobran con la vida. Muchos de estos gobernantes siguen allí ante la imposibilidad de denunciarlos, pues quienes se atreven a hacerlo son intimidados o asesinados.
Es hora también de que los partidos políticos asuman la responsabilidad por los avales que otorgan, pues no puede seguir ocurriendo que la política de las regiones siga siendo liderada por criminales, muchas veces con la misma bendición de los partidos políticos.