Radiografía de las vicisitudes del agro
En días recientes, esta casa periodística dio a conocer dos noticias sobre el agro que en principio parecerían no estar relacionadas, pero que de analizarlas con más detalle tejen una triste realidad.
Por un lado se encuentra el informe sobre la cosecha de mandarinas, cuyo pico de producción llegó de manera simultánea en Santander, lo cual creó un exceso de oferta que a su vez tiró al piso los precios hasta en un 90%. Tanto, que en cientos de hectáreas ni siquiera valió la pena bajar la fruta de los árboles, por lo que ésta se perdió en un porcentaje escandaloso.
Sin embargo, en el sur del departamento y prácticamente al mismo tiempo, los productores del tradicional bocadillo enfrentan grandes problemas, simple y llanamente porque no encuentran guayabas debido a una grave escasez de esa fruta, que como es bien sabido, es la materia prima para la elaboración del producto.
Y es así, en dos situaciones extremas y contrarias, escasez por un lado y sobreproducción por el otro de dos cultivos ancestrales de Santander, que quedan expuestas en toda su crudeza las vicisitudes que arropan al agro, no solo de esta región, sino del país entero.
Sí. Y quedan expuestas, porque las conclusiones que las envuelven a las dos, no pueden ser más evidentes.
Para comenzar, está la inexistencia de sistemas de riego, es decir, la falta atávica de inversión en el sector que no permite la planificación de las producciones lo cual ocasiona a su vez que se dependa enteramente de los regímenes de lluvias, lo que hace que todas las plantaciones tengan sus picos de producción al tiempo con el lógico exceso de oferta y caída de precios en plena cosecha. Pero con un agravante. En época de no producción, la escasez reina como ocurre precisamente con la guayaba.
Y eso no es todo.
Adicionalmente, la ausencia de cana-les directos de comercialización que so-mete al campesino a la voluntad de los intermediarios, que en no pocas veces llegan a ser hasta cinco entre el cultivo y el consumidor final, es otro factor que mantiene al productor primario en la pobreza por cuenta de los bajos precios que reciben por sus productos.
Además, la nula tecnología aplicada en las siembras tiene a su vez como con-secuencia productos que no son de primera calidad y nula homogeneidad, razón por la cual comercializarlos en mercados más exigentes nacionales o del exterior resulta imposible.
En síntesis, el agro en Colombia ha estado, está y a este paso seguirá en el más ignominioso de los atrasos, con campesinos que deben soportar condiciones de vida calamitosas mientras los escándalos por la malversación de billones de pesos del Estado continúan reproduciéndose.