Un Gobierno que le da la espalda a la ciencia
Cuando en el 2011, el Gobierno tramitó una reforma constitucional que permitió designar el 10% de los recursos provenientes del Sistema General de Regalías para la ciencia, la tecnología y la innovación, la comunidad científica estalló de júbilo. Parecía que el Gobierno había entendido que sin una inversión constante y sólida a proyectos de tecnología, educación e innovación no sería posible avanzar como país en el desarrollo. Con este presupuesto se pretendía fortalecer a Colciencias y poner a Colombia a la vanguardia de la investigación.
Pero la ilusión se acabó cuando, tras el triunfo de los intereses políticos, se determinó que cada Gobernación sería la encargada de destinar los recursos para estos proyectos. Como se esperaba, las entidades territoriales no contaban con la capacidad de impulsar iniciativas de gran envergadura en materia de innovación y los pocos recursos que fueron ejecutados terminaron en otros fines y con irregularidades. Según reveló la Contraloría, tras una revisión de 33 proyectos por $380 mil millones, se encontró que en su mayoría los recursos fueron destinados a asesorías, a proyectos en los que no es claro su relevancia en materia de innovación y hasta a la construcción de un asadero de pollos y un spa.
Y ahora, además de este despilfarro, el Gobierno propone que $1,3 billones de estos recursos que se encuentran sin ejecutar por la falta de proyectos se destinen a construir vías terciarias, entre ellas a terminar la Ruta del Sol, abandonada por cuenta de los escándalos de corrupción de Odebrecht. Es decir, que ahora el país destinará los recursos de la innovación a cubrir los desfalcos de la corrupción.
La propuesta del Gobierno ha desperta-do la indignación de la comunidad académica y científica, empezando por el rector de la Universidad Nacional, Ignacio Mantilla, quien en una carta dirigida al presidente Juan Manuel Santos, señaló el craso error que comete el Gobierno al cambiar la destinación de los recursos de la ciencia. Consolidar la educación del país es una necesidad apremiante si en verdad se quiere construir una Colombia para el desarrollo a largo plazo. Preferir una Colombia “más pavimentada, que educada”, como lo afirmó el Rector de la Nacional, es seguir condenando el país al subdesarrollo y a estar en los últimos lugares del liderazgo científico.
Si el Gobierno quiere conseguir dinero para infraestructura, debería empezar por perseguir la corrupción donde se pierde, pero no quitándole los recursos a la ciencia. Lo que sí es apremiante es reformar este sistema de regalías, pues ya quedó demostrado que no puede seguir en manos de gobernantes que los utilizarán para lo que saben hacer: despilfarrarlos.