La financiación de las campañas electorales
El país atraviesa otro episodio de inconformidad y rechazo a lo que ocurre tras bambalinas, a nivel de financiamiento, en las campañas electorales para Presidente de la República.
La diferencia con ocasiones anteriores es que la opinión pública sabe que los remedios que se implementen no serán suficientes para evitar la corrupción en las elecciones que haya en el futuro y que el mal es mucho más grave en el caso de las campañas para elegir Congreso, gobernadores, alcaldes, Asambleas Departamentales y Concejos.
En resumen, el sistema electoral colombiano está corrompido en la mayoría de sus costados y cunde el escepticismo sobre los remedios que se implementen buscando su sanación, pues la opinión pública sabe que serán solo pequeños emplastos, arreglos desmañados, poco satisfactorios, incapaces de curar los males de nuestra democracia.
¿Qué es lo que ocurre? Que nuestro sistema no tiene fuerza suficiente ni herramientas aptas para levantar diques que realmente eviten los numerosos intentos de amañar las cosas y sacar dividendos económicos de una determinada elección popular.
El asunto es muy grave. Esta vez la cuestión no fueron los anhelos de mafiosos de solucionar sus problemas judiciales, lo fue el abrir las puertas para que se adjudicaran a este o a aquel cuantiosos contratos estatales.
¿Cuál será el motivo en el siguiente episodio de corrupción electoral? Nuestras leyes electorales son un cedazo incapaz de contener los muchos y poderosos intereses e interesados en usufructuar el poder.
Se propone implantar la financiación estatal de las campañas electorales. ¿Acaso ello garantizará la pulcritud de tales justas? No. Los mañosos lograrán que por debajo de la mesa se sigan colando, subrepticiamente, dineros “extras” para que determinado candidato tenga más financiación Y es que si causa escozor lo ocurrido en campañas para elegir Presidente, nadie logra dimensionar lo que sucede en las campañas para el Congreso, las gobernaciones, las alcaldías, Asambleas y Concejos. En ellas todo vale.
En resumen, la financiación estatal de las campañas no garantiza que el país se cure de tan terrible mal. Se necesita mucho más y aún ello seguiría siendo poco. Y lo amargo es que no hay interés en “ponerle coto” al asunto ya que quienes legislan son aquellos que se benefician del actual estado de cosas.