El auge del populismo punitivo
Cada vez que se comete un crimen que conmueve a la comunidad, brotan voces que exigen cárcel larga y sin piedad, cadena perpetua o pena de muerte para los responsables. Esa reacción pone en evidencia la poca confianza que hay en la efectividad de nuestro aparato judicial.
El fenómeno no es nuevo ni es colombiano. En 2007 el sociólogo David Garland lo estudió, sistematizó y expuso, argumentando que es una tendencia populista y la llamó populismo punitivo, término que aceptaron los expertos y desde entonces identifica a tal tendencia que se dispara con el efecto mediático de algún delito que conmociona a la sociedad. Dice defender los intereses y aspiraciones de la comunidad, sosegar los efectos de la inseguridad ciudadana, remediar los problemas relacionados con el crimen y la inseguridad con “mano dura” y “tolerancia cero” para los infractores, lo que seduce a la colectividad.
Pero en el fondo, ¿qué es el “populismo punitivo”? Es una respuesta eufemística, visceral, vengativa, basada en sondeos no confiables; no logra disminuir la tasa delicuencial, no da más seguridad ciudadana y busca una política penal, judicial, penitenciaria y administrativa cada vez más represiva. Crea delitos, aumenta penas, reduce beneficios, rompe la estructura del modelo procesal, vulnera el debido proceso.
El populismo punitivo impulsa la expedición de leyes que son incongruentes con la estructura de la política criminal pero producen grandes réditos a nivel político-electoral, por lo que atrae a muchos políticos ávidos de votos.
El populismo punitivo se basa en el miedo que golpea a la comunidad cuando ocurre un crimen y se puede resumir en la siguiente expresión: “busque, capture y encarcele largamente”. Los científicos sociales afirman que dispara “microfascismos emocionales” del ser humano.
El populismo punitivo se centra en ciertos delitos, se enfoca hacia los eslabones más débiles de la cadena delictiva, pero ignora conductas delictivas muy graves como la corrupción, el contrabando, la creación e impulso de las bandas criminales. Rompe la cadena penal, desgasta a la fuerza pública, desconoce el gravísimo problema que hay en el régimen carcelario colombiano, desquicia el sistema de juzgamiento, se presta para interpretaciones arbitrarias y restrictivas.
En tanto, el país atraviesa una aguda crisis por estar desbordado el número de presos, haber alto hacinamiento carcelario, la violencia intracarcelaria y un inenarrable problema de salubridad pública carcelaria.