Menos de año y medio para corregir
La administración del presidente Juan Manuel Santos tenía todas las posibilidades de pasar a la historia. Al fin y al cabo, haber conseguido la desmovilización y entrega de armas de las Farc es un logro que no había alcanzado ningún gobierno anterior y eso hay que reconocerlo. Sin embargo, de continuar el país bajo su mando por el camino adoptado en los últimos meses, ese legado de paz no solo puede verse eclipsado sino incluso, desconocido y relegado.
Y es que son tantas las dificultades, las amenazas y los riesgos que enfrenta el país en la actualidad, además de las consecuencias que comienzan a pagarse por los errores cometidos, que no solo las perspectivas del futuro inmediato no son claras, sino que incluso son bastante preocupantes.
Sí. En el frente de la lucha contra el narcotráfico, la nación no solo ha visto sus esfuerzos prácticamente paralizados, sino que de hecho ha dado varios pasos atrás, tal como lo advierten los datos más recientes de las hectáreas sembradas con coca, las cuales han crecido hasta los niveles previos a la implementación del Plan Colombia, con el consecuente auge del narcotráfico y todo a lo que esto conlleva.
Por el lado de la corrupción, la opinión pública ha visto cómo ésta se ha multiplicado exponencialmente en estos años, mediante el saqueo de decenas de billones de pesos del erario en los ámbitos locales y central, y ahora con escándalo de financiación de las campañas presidenciales incluido. Todo, sin que se haya oído el más tímido pronunciamiento y peor aún, se haya conocido de la más lejana voluntad del gobierno de turno de declararle la guerra a ese flagelo, más dañino aún que la misma guerrilla.
De hecho, la solución implementada por la administración Santos para cubrir los monumentales faltantes en el presu-puesto producto de depredación constan-te ha sido recurrir a las odiosas reformas tributarias, las cuales han impactado de manera muy negativa no solo a la economía sino a la competitividad del país, abriendo así otro frente de preocupación y peligro.
Por último, la relación entre el Ejecutivo y el Congreso, ramas del Estado que tendrán elecciones el próximo año, ha estado señalada por los ríos de lo que odiosamente se ha bautizado como ‘mermelada’, que no es otra cosa que los giros de recursos ‘non sanctos’ a los parlamentarios para que voten afirmativamente y sin mayor discusión las propuestas del Gobierno.
Giros que hay que decirlo también, han incrementado el desprestigio de las dos instituciones hasta niveles nunca vistos, abriendo de paso la puerta a la posibilidad de una administración populista a partir del 2018, situación que sería el corolario para la sociedad entera.
En resumidas cuentas, el presidente Santos tiene menos de año y medio para darle un timonazo fuerte al curso de las circunstancias, que permita despejar ese panorama no tan claro que se cierne sobre los colombianos. Sin embargo, mientras más tarde se decida a hacerlo, más difícil será lograrlo.