Los desafíos de las nuevas tecnologías
En reciente encuesta aplicada por el Observatorio Cimep del programa de Mercadeo y Publicidad de la Universidad de Santander, Udes, publicada por este diario, se encontró, entre otras de las conductas de los bumangueses y habitantes del área metropolitana en general, que el promedio diario de uso del teléfono inteligente es de siete horas y media, una cantidad casi equivalente a una jornada de trabajo entera.
La perspectiva positiva del asunto es que esté masificándose el uso de las nuevas tecnologías ya que, otra de las realidades encontradas en la medición es que el 82.2% de las personas emplea el teléfono móvil cotidianamente. Si esto es así, podemos entender que nos movemos al mismo ritmo en que lo hacen estos nuevos medios, al menos en el contexto nacional y que alternativas como la comunicación, el comercio electrónico o el entretenimiento en sus nuevos formatos están literalmente al alcance de la mano.
Sin embargo, la perspectiva negativa es preocupante y de ello dan cuent a innu-merables publicaciones de prensa, que incluyen tanto opiniones editoriales como noticias. Se trata del uso desmedido, pernicioso y en ocasiones peligroso de estos dispositivos electrónicos que, de muchas formas están creando dinámicas altamente disociadoras y, sin duda, nocivas tanto para el entorno social, como para el privado círculo familiar.
La contemplación y manipulación obse-siva de los dispositivos electrónicos, en particular el smartphone, según lo declaran hoy analistas en todo el mundo, está llevando al contrasentido de acercar a quienes están lejos y, simultáneamente, alejar a quienes están cerca. Las relaciones personales están sufriendo gravemente por la intromisión de estos elementos tecnológicos que terminan por hacer incomprensible e incontrolable la interacción persona a persona porque éstas se ven constantemente saboteadas por el reclamo virtual de las redes sociales o los sistemas de comunicación tipo chat.
Además de esto, los accidentes de toda índole en la calle, con heridos y muertos, que se derivan del uso imprudente de estos aparatos conforman también un factor que desde hace rato preocupa a las autoridades. El hombre contemporá-neo –y la encuesta citada muestra que nosotros no estamos al margen de esto- está hipnotizado por una pequeña pantalla que, si se le da mal uso, en lugar de mejorar su calidad de vida lo desarraiga, lo aísla, lo distrae y, finalmente, lo convierte en un factor disfuncional en su comunidad y en su hogar.