El turno de los maestros
Acaba de terminar el que para muchos dirigentes sindicales es uno de los paros más importantes del magisterio en toda su historia. Un total de 37 días los maestros, liderados por Fecode principalmente, estuvieron manifestándose en ciudades capitales y protagonizando grandes movilizaciones, sobre todo en Bogotá, donde las protestas, aunque bloquearon vías importantes, se desarrollaron en orden en la gran mayoría de los casos.
Estas demostraciones las hicieron los maestros, según lo repitieron varias veces, para conseguir no simplemente que sus salarios llegaran a niveles adecuados, sino para exigir que se refuercen los presupuestos de la educación a fin de garantizar la mejora cualitativa de la misma, un noble propósito que se justifica, además, después de que las evaluaciones internacionales dejaran calificaciones más que vergonzosas para nuestros alumnos y, por supuesto, profesores.
Está muy bien que los maestros no solo demanden del gobierno sus mejoras salariales, justas en muchos aunque no todos casos, y que, además, hayan reclamado atención a la calidad de la educación de los muchachos, pero estaría aún mejor que para lograr tales cosas, reconozcan también que de su parte debe haber esfuerzos superiores, que el statu quo de la educación al interior de los salones debe cambiar, que esa revolución en la educación debe comprometer así mismo el nivel de los maestros y que este debe ser mucho más actualizado, contemporáneo y que sea evaluado en instancias con la suficiente autoridad para asegurar que los estudiantes están recibiendo lo que necesitan y que cada profesor reciba lo que merece de acuerdo con las capacidades que demuestre poseer.
Los mejores niveles en la educación no se logran simplemente con los ajustes salariales que formaron parte de las peticiones de los maestros en la reciente negociación con el Gobierno Nacional, a esos mayores resultados de la educación en Colombia se llega también y sobre todo mediante la superación académica de los profesores, la evaluación de su trabajo en el aula de clase y, finalmente, por lo más importante, el resultado de su trascendental misión, que es la de entregar a la sociedad generaciones enteras de jóvenes capaces de afrontar con éxito un futuro profesional y comprometidos con la idea de trabajar dentro de parámetros de honradez, honestidad y laboriosidad, una enseñanza que pueden dar los maestros, no tanto con la cartilla sino con el ejemplo.