El comienzo de un largo camino
Ayer en Mesetas, Meta, y con la presencia como garante de Jean Arnault, jefe de la Misión de la ONU en Colombia, se dio el informe final del proceso de entrega de armas de las Farc, en lo que constituye la formalización del fin de la organización como grupo armado y el inicio de su tránsito a la vida civil y a su participación en la democracia como grupo político.
Con la entrega de más de 7 mil armas y de 942 caletas de las cuales 77 ya fueron supervisadas por la ONU, la presencia de los líderes de las Farc y del Gobierno que adelantaron los diálogos de paz en La Habana, se oficializó el fin de esta guerrilla.
Durante cinco décadas el país esperó la llegada del día en que las Farc abando-naran la vida militar. Por eso, nadie puede desconocer que se trata de un día histórico, pero desafortunadamente la noticia no llega con la emoción que debiera. Y no llega así, por cuenta de los errores, la pérdida de credibilidad y la fragilidad que se ha demostrado a lo largo de este proceso. Desde que se iniciaron los diálogos con las Farc, el proceso estuvo plagado de salidas en falso y pérdida de credibilidad, que sumada a la profunda polarización en la que se sumó el país por cuenta de la campaña de desprestigio mediático, y muchas veces falsa información de algunos sectores de la oposición, hicieron que este momento histórico se recibiera sin la emoción que debiera acompañarlo.
Pero sucedió y ahora viene lo más difícil: la transición de las Farc a grupo político, para lo cual deberán superarse muchos obstáculos. Es inconcebible, por ejemplo, que aún no se encuentre estructurada y funcionando la Justicia Especial para la Paz, el mecanismo de justicia alternativa dispuesto para juzgar los crímenes de las Farc. Y no tener esta justicia lista para operar pone en un altísimo riesgo de impunidad este proceso.
Pero tal vez lo más difícil ahora será su-perar las profundas heridas que ha de-jado este conflicto armado y que ha oca-sionado que ni aún el desarme de la guerrilla haga creer a un país. Lo más difícil ahora será superar la polarización sin antecedentes en la que se sumergió Colombia y aprender a vivir de una manera distinta.
Todo dependerá en gran parte de la verdadera actitud de reconciliación y cambio que venga de los antiguos combatientes de las Farc y de la disposición de perdón de los colombianos.
Lejos de que ayer se haya marcado un fin, es el comienzo de un larguísimo camino que nos prestamos a iniciar como país.