Un toque de realidad para el referendo de la justicia
Esta semana, el Gobierno Nacional anunció su intención de convocar a un referendo para reformar la justicia.
Los argumentos y las razones para hacerlo son obvios, ya que sin exagerar, absolutamente todos los colombianos son conscientes de la necesidad de transformar de manera radical a esa rama del Estado, luego de las demostraciones fehacientes de los últimos días de cómo hasta las más altas Cortes están inundadas de corrupción.
Sin embargo, más allá de las razones para apoyar o denegar tal alternativa, un toque de realidad es tal vez lo más apropiado en estos momentos ante de que el país se embarque en un proceso que en el mejor de los casos, solo se puede catalogar como incierto.
Y sí, es verdad, como lo dice el Ejecu-tivo, que llevar la propuesta de cambios al poder primario, es decir al electorado, puede ser la única manera de alcanzar la meta. Sobre todo, si se tiene en cuenta la imposibilidad absoluta de que cualquier amago de reforma supere los obstáculos del Congreso y de la misma Justicia. Hay, simplemente, demasiados intereses políticos y económicos, claro está, deshonestos, para que eso ocurra.
No obstante, por el otro lado, lograr que un referendo llegue a feliz término puede resultar igual o más difícil que una limpieza interna, debido a varios factores que saltan a la vista.
Un Gobierno en los finales de su periodo y para rematar, con ínfimas cifras de aprobación; con tiempos que muy difícilmente dan, ya que aprobar y organizar un referendo en menos de 6 meses podría fácilmente considerarse como una quimera y por último, en el hipotético caso de lograr lo anterior, conseguir los votos suficientes para que sean aprobadas las preguntas a considerar, con lo complejas que puedan ser para el ciudadano del común, sobrepasando además el umbral mínimo y con el antecedente de la derrota en el plebiscito para los acuerdos de paz con las Farc, no da campo precisamente al optimismo
En resumidas cuentas, el referendo para la justicia puede si es que ya no lo es, convertirse en una cortina de humo para una situación que como el naufragio de la justicia, necesita correcciones duras e inmediatas que lamentablemente dentro del Estado nadie parece dispuesto a aplicar.