Hemorragia de empresarios
Por estos días, para ningún colombiano es un secreto que los temas predominantes en la próxima campaña presidencial serán el proceso de paz con las Farc y la corrupción. El primero por la polarización que ha generado dentro de la opinión pública y el segundo por la indignación siempre creciente ante cada nuevo escándalo que estalla no solo por los continuos y crónicos desfalcos a los presupuestos del Estado, sino por las ramificaciones de la inmoralidad y la desvergüenza que ya se tomaron incluso hasta a las altas cortes.
Sin embargo, existe otro tema de igual trascendencia que lamentablemente se está quedando por fuera de la agenda. Un tema sobre el que es indispensable que los candidatos al primer cargo de la Nación sean absolutamente claros en sus propuestas, ya que el futuro de la economía del país depende de manera directa del mismo.
Se trata para ser más exactos, de las exageradas cargas impositivas que pagan en Colombia tanto empresas como individuos, que han llegado a ser tan altas, que ya se puede hablar de hemorragia de compañías y hasta ciudadanos del común que han preferido irse del país con todos sus capitales ante la andanada de gravámenes, siempre crecientes, que deberían afrontar si se quedaran.
Puesto en otras palabras, la verdad es que el manejo de los impuestos es sin lugar a dudas otro de los grandes lunares de la administración Santos. Y lo es, no solo porque haya incumplido su palabra en cuanto a que no continuaría su aumento inmisericorde, sino aún más grave, porque ha sido la única herramienta a la que ha acudido el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, a la hora de cuadrar las cuentas de la economía, sumiendo incluso al paciente en una crisis peor por cuenta de recetas como el aumento del IVA al 19 %.
La realidad, tal como lo saben en carne propia millones de ciudadanos y miles de empresas, es que este país no aguanta un impuesto más. De hecho, no sería descabellado plantear la hipótesis de bajarlos como lo están haciendo otras naciones para impulsar al sector privado y por ende, la creación de empleo. Y eso, sin desbalancear los presupuestos estatales, porque se podría acudir a otras soluciones también como frenar el despilfarro, ponerle coto a la corrupción, desmontar subsidios injustificados y acabar con exenciones tributarias odiosas e inexplicables.
En resumidas cuentas, acudir al alza de los impuestos es siempre la fórmula más fácil. Requiere únicamente repartir mermelada en el Capitolio. Las demás implican trabajo y costos políticos pero es sobre éstas que deberían pronunciarse los aspirantes presidenciales.