El pasado martes, al sinsabor de la derrota de Colombia en el partido inaugural del Mundial de Fútbol Rusia 2018, se sumó la vergüenza que sentimos al conocerse los hechos protagonizados por dos hinchas nacionales en tierras rusas y que fueron registrados en videos. En el primero de ellos, tres hombres aparecen mostrando con orgullo cómo lograron burlar la seguridad de los escenarios deportivos rusos y entrar alcohol camuflado en unos falsos binoculares. En el segundo, un hombre le hace repetir a una mujer japonesa frases denigrantes contra ella misma, y se burla de ella ante su desconocimiento de lo que dice. Conocidas las imágenes se despertó una ola de indignación que trascendió fronteras y terminó con el despido de uno de los protagonistas, un alto ejecutivo de la aerolínea Avianca, y la cancelación para los colombianos implicados en los bochornosos hechos del código que la Fifa le asigna a cada hincha para poder ingresar a los estadios.
Lo sucedido con estos hinchas deja en evidencia uno de los males que mayor aqueja a nuestra sociedad. La creencia de que aprovecharse del otro es algo que debe considerarse meritorio, de que lograr burlar las normas sin que se percaten las autoridades es algo digno de aplaudir y de admirar. ¡Qué mal tan grande nos ha hecho como sociedad esa mal llamada ¨malicia indígena”! Ese mal entendimiento de que es un “vivo” aquel que logra colarse en una fila, no pagar una entrada, burlarse de las personas, evadir una multa o cualquier comportamiento que signifique no acatar las normas y lograr evadir las consecuencias.
Esta “cultura” del aprovechamiento, la burla y la búsqueda del beneficio propio y no del cumplimiento del deber ser es la que nos ha llevado a que como sociedad no avancemos y sigamos estando lejos en aspectos básicos de un país desarrollado como el respeto por el otro, por las normas y por los acuerdos mínimos que se necesitan para avanzar como sociedad.
Que este episodio y las sanciones ejemplarizantes que vinieron tras él nos sirvan como reflexión de que es hora de ponerle fin a estos comportamientos. Pero esto comienza con el compromiso de cada colombiano consigo mismo de hacer siempre lo correcto.