La calidad de la educación superior de Santander
Desde 2009, los estudiantes de último semestre de pregrado de universidades públicas y privadas deben presentar el examen de Estado, prueba académica llamada Saber Pro, cuyo objetivo es establecer cuál es la calidad de la educación superior que se está impartiendo en el país. Con base en ella, la revista ‘Dinero’ hace una clasificación sobre los logros de las universidades en dicha prueba de conocimientos, espejo de la calidad académica impartida, índice que es aceptado entre los entendidos y la opinión pública nacional.
Revisar en tal ranking los resultados obtenidos por los estudiantes de las universidades santandereanas deja en el analista un sabor agridulce, pues en diversos campos del conocimiento los nuevos profesionales formados en nuestro medio si bien no ponen en evidencia deficiencia palpable de conocimientos, resalta que nuestras universidades podían estar logrando mejores resultados académicos de los que están exhibiendo.
La educación superior nació en Santander hace 70 años, al crearse la Universidad Industrial de Santander, y la calidad académica de tal centro de estudios, en ese momento, fue de un nivel muy alto en el concierto nacional; sus graduandos fueron bien reputados en el país y en el extranjero. ¿A qué se debió ello? A haber logrado los fundadores de tal universidad reunir en su planta de profesores a maestros de postín, sapientes y exigentes en la formación de estudiantes, guías que no solo transmitieronmecánicamente conocimiento a los educandos sino disciplina y mundo académico sin par. Su labor fue legendaria.
Hoy, las universidades buscan doctores para vincularlos como profesores, pero el detalle es que lo que se necesita, más que doctores, son formadores que transmitan conocimiento vivo, valores, ética y espíritu a quienes van a las aulas. Las universidades santandereanas tienen que revisar con detenimiento en qué tienen flaquezas en el proceso formativo de sus estudiantes, pues si bien en algunos frentes hay resultados satisfactorios, muchas cosas inquietan en disciplinas en las que en otros momentos la calidad de la educación superior nuestra fue sin par; hoy la vemos relegada a lugares secundarios.
En el proceso de transmisión, forja y temple de conocimientos el maestro, cual el escultor, no debe transmitir a sus alumnos una apariencia de sapiencia sino que debe inyectarles alma, espíritu crítico, esculpir un modelo a imitar y no imitaciones.