La travesía de Wendy en busca de su mamá bumanguesa
Llegó al barrio Los Ángeles, en el norte de Bucaramanga, y muchas personas la reconocieron, pese a que solo vivió en ese lugar sus tres primeros años de vida. “Era una niña que corría de arriba para abajo, siempre sonriente y feliz. Jugaba con mi hija”, dijo una de las vecinas del barrio.
Nada le era familiar. Ni la sonrisa de las mujeres que la saludaban y mucho menos las calles o las casas. Le era difícil comprender lo que le decían. No habla y entiende poco el español. Lo que sí logró sentir fue el cariño que las personas a su alrededor le transmitieron. Algunos no la perdieron de vista y la ayudaron a desenmarañar sus sentimientos encontrados.
Eddy Hernández de Ramírez y Natalia Carolina Vargas Duarte, los ‘ángeles’ que la han acompañado en este viaje, no se separaron de su lado. Natalia traducía cada palabra que las mujeres decían, hasta que encontraron la casa donde Wendy fue acogida por la familia Peña Bueno. Era el lugar donde su mamá la dejó al cuidado de unos amigos y nunca regresó. ¿Por qué? Es la pregunta que da vueltas en la cabeza de esta joven desde hace varios años y que espera responder durante su visita a Bucaramanga.
Llegó el domingo 6 de julio proveniente de la ciudad de Vordingborg, a una hora de Copenhague, Dinamarca, donde hoy lleva una vida independiente. Su familia adoptiva la acogió a los 5 años y la llevó a Stege, Storstrom, lugar en el que creció y estudio. Wendy Gómez Johansen (sus padres adoptivos le conservaron su nombre original) es una morena hermosa, que a sus 20 años regresa a Colombia buscando sus lazos de sangre.
Nada sabe de su origen. Quien la ve y no la escucha, pensaría que es una barranquillera o una cartagenera que quiere conquistar con su sonrisa y su caminar.
Podría ser una bella hija de la Guajira; en su rostro moreno se marcan los rasgos indios y zambos. Claro que podría ser hija de un pueblo enclavado en la orilla del Magdalena Medio, donde las mujeres alimentan a sus hijos con bocachico, yuca o plátano. Quién sabe. Solo su mamá, llamada Martha Gómez, conoce su verdadero origen.
Ella es la mujer que Wendy, Eddy y Natalia Carolina buscan por toda la ciudad con desesperación, para que esta historia tenga, ojalá, un final feliz.
Wendy vive a miles de kilómetros de su natal Bucaramanga: habla danés e inglés, se acaba de graduar como bachiller comercial, ganó un concurso de belleza –podría ser la representante de Dinamarca a Miss Universo– y quiere estudiar Jurisprudencia.
Se crió en un hogar donde la adopción de niños de otro país siempre fue una opción real. Y es que antes de que sus padres, Hanne y Leif Johansen, vinieran a adoptarla, ya habían acogido en su familia a Patricia, una niña colombiana, oriunda de Neiva, que para la época tenía 3 años. Hoy tiene 25 y es músico en el Royal Danish Academy of Music.
El hogar danés ya contaba con tres hijos adolescentes, dos hombres del primer matrimonio Hanne Johansen, y una mujer de la primera unión de Leif Johansen. Según cuenta Wendy, no pudieron tener más hijos, así que escogieron Colombia para buscar a dos pequeñas para adoptar.
En Bucaramanga, acogida como si fuera una hija de la familia Hernández Ramírez, Wendy pasa sus días. Eddy no habla inglés. Cuando Natalia va a descansar, Eddy y Wendy se comunican con señas, sonrisas y gestos. La química es total, dulce y sincera. En casos extremos, Eddy le escribe por el chat WhatsApp a su hermana Margarita Ramírez, quien vive en Dinamarca y es amiga de la joven.
Margarita conoció a Wendy en una reunión de colombianos en Dinamarca. La joven le contó que quería venir a Colombia, que había sido adoptada en Bucaramanga y que anhelaba conocer sus raíces. Fue entonces cuando la joven encontró la puerta de regreso a su pasado.
No sabe qué le deparará el destino en la Ciudad Bonita. Está llena de expectativas. Eddy ha hecho suya esta historia. El jueves, cuando el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) les abrió el expediente para conocer el pasado de Wendy, ella asegura que fue como frotar la lámpara de Aladino y ver que poco a poco los sueños de esta joven se hacen realidad.
Historia aún sin final
El 27 de mayo de 1997, Wendy fue entregada al Icbf. María Elisa Peña Lanzabal y Pedro Peña, la pareja que se hizo cargo de la niña durante dos años, la entregaron a la institución y expresaron que hasta el momento no tenían noticias de la mamá de la niña, Martha Gómez.
Wendy tenía 3 años y medio y fue declarada en abandono. Para protegerla, el Icbf la resguardó en el Hogar Infantil Santa Teresita, que hoy sigue acogiendo a niños y jóvenes que esperan ser adoptados. Wendy nació el 31 de julio de 1993. Martha Gómez la registró en la Notaría Tercera del Circuito de Bucaramanga.
Hasta el pasado jueves, la joven no tenía ni el más mínimo rastro de su madre. Gracias a la colaboración que le ha prestado el Icbf y la ayuda de Eddy y Natalia Carolina, Wendy poco a poco arma el rompecabezas de su historia.
Una vida nueva
El caso de Wendy ha ‘enganchado’ el corazón de muchos, sin duda. Pese a que hice contacto con ella tres semanas atrás, para dar a conocer su historia antes de pisar Bucaramanga, la joven dudó en responder los correos electrónicos. No obstante, aceptó la invitación enviada a Facebook y allí pude mirar en detalle cómo es su vida en Dinamarca.
Wendy siempre sonríe en las fotografías. Las personas que la acompañan también lo hacen. Tiene como mascota un perro; es sociable, participa en carnavales y eventos culturales. Su vida, tal vez, es la anhelada por muchos. Un hogar tranquilo, de padres que siempre la han respaldado y amado.
Sin embargo, como lo contó en nuestra conversación, reconoce que no es completamente danesa. “Hace falta una parte de mí. Lo puedo sentir a veces. Quiero ver una cara y escuchar algo de mis padres biológicos o encontrar una respuesta, al menos, si hay algo que encontrar. Siento un vacío, es por eso que estoy aquí”, comenta.
La entrevista no fue fácil. José Vera Rivera, que habla danés, nos ayudó a comunicarnos. La conversación se extendió por varias horas. No dejaba de mirarla y de buscar respuestas. A lo mejor fui imprudente con algunas preguntas (frente a historias como estas uno quiere escuchar mucho más de lo que la gente quiere contar), pero Wendy siempre respondía con una sonrisa. No dejaba de hablar.
También sabía de mi vida. Contó que en un principio habló con su hermana Patricia sobre conceder o no la entrevista, pues no quería que su historia fuera de dominio público. “Me di cuenta que cualquier cosa puede ayudarme en este momento”, aseguró.
¿Por qué regresar al pasado? “Desde mis 18 años he tenido muchas pesadillas. Soñé muchas veces que estaba sentada en una banca muy larga y que recibía una pequeña porción de comida. Tuve otros sueños que no quiero recordar. Hablando con mi familia creemos que esto es algo relacionado con mi adopción”, responde.
Wendy comenta que no recuerda nada de su infancia en Colombia, que a su llegada a Dinamarca tuvo dificultad para recibir clases y aprender. En un principio, la relación con Hanne Johansen no fue la mejor. Wendy hizo más empatía con Leif Johansen. Su lazo afectivo se rompió al Leif morir de cáncer, cuando ella solo tenía 8 años. Pero esto hizo que la relación con su mamá adoptiva se consolidara y ahora son las mejores amigas.
La joven asegura que su familia adoptiva está de acuerdo con la búsqueda y que nunca le negó su origen. Su hermana Patricia hizo lo mismo. Hace dos años viajó a Neiva y allí dio con el paradero de su mamá biológica.
“Quiero escuchar la versión de mi mamá, saber que en realidad estaba con dificultades económicas o emocionales, cuando me entregó a otra familia. Luego regresaré a mi ciudad”, dice Wendy.
Mientras todo se resuelve, Wendy espera el llamado de una mujer que al parecer fue la mejor amiga de su mamá durante varios años, conocida por la familia Peña Bueno.
Y es que en menos de una semana, asegura Eddy, la suerte ha estado de su lado. “En el barrio la reconocieron, los enviaron donde varios contactos que recuerdan a Wendy cuando era niña; incluso, hablamos con algunos testigos de la entrega al Icbf. Lo cierto es que ninguna ayuda sobra para que ella cumpla su sueño”, concluye Eddy Ramírez.