El acuerdo era que Lucho no iba a salir ese día. Estaba amenazado. Pero Jaime Peñaloza, alias ‘Bryan’, lo convenció con engaños. Amigos pescadores aseguran que si hubiera tratado de llevárselo por la fuerza “él se habría hecho matar ahí mismo”.
Fue un vecino suyo, Héctor Bedoya Montero, alias ‘El Trinche’ –en conjunto con alias ‘Isaías’- quien ordenó asesinarlo. El ‘Trinche’ abandonó El Llanito en la adolescencia y regresó después, “con la mente torcida para hacerle daño a su propia gente”, comentan los pescadores.
Utilizaron a alias ‘Bryan’ para ganar la confianza de Luis. Le decía que no quería esa vida, que lo obligaban a delinquir en Los Rastrojos. Los Rastrojos son una banda criminal formada tras la desmovilización en 2006 de grupos paramilitares de Santander y Sur de Bolívar.
“Lucho creía en la gente”, cuentan los amigos. Y un 12 de febrero de 2009, Luis Alberto Arango Crespo, líder de la Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores de El Llanito, confió. ‘Bryan’ llevó a Lucho Arango hasta el Restaurante Burbujas, en Barrancabermeja, a 15 minutos de El Llanito. La excusa era preguntarle sobre asuntos de la asociación. A las 11 y 30 a.m. Lucho timbró a algunos de sus amigos. Al regresar la llamada, les informó dónde estaba y con quién. “De alguna manera él se sentía nervioso, pero no podía creer que ‘Bryan’ le fuera a hacer algo”, explican los pescadores.
Cuando Lucho estaba intranquilo no paraba de mover la quijada. Quienes lo vieron por última vez aseguran que en esta ocasión no era así, pero, de alguna manera, se sentía inseguro. En declaraciones a los investigadores del Centro de Memoria Histórica, testigos señalan que Luis salió del restaurante y subió a un taxi con ‘Bryan’ para dirigirse al barrio La Victoria. Uno de sus amigos pescadores lo llamó en ese momento: “Lucho, di sí o no. ¿Tú vas con ese tipo ‘Bryan’? ¿Tú sientes miedo? No, respondía Lucho. ¿Te sientes en peligro, Lucho? Y él dijo: No”. Cuarenta minutos después les informaron que estaba muerto. Pipe y Jonathan, otros dos integrantes de Los Rastrojos, lo esperaban en La Victoria. Jonathan avanzó 10 metros hacia Lucho y le disparó dos veces.
¿Por qué Luis?
En El Llanito viven cuatro mil personas. Alrededor de 350 son pescadores artesanales que heredaron el oficio de sus ancestros. Ser pescador artesanal significa atrapar a los peces con la atarraya. Los pescan en la ciénaga que bordea al corregimiento y que, para 1998, estaba seca. Integrantes de asociaciones de pescadores le narraron a Vanguardia Liberal que en esa época el fenómeno de El Niño los golpeó tan duro que “el espejo de agua era apenas de 40 centímetros”. Podían pasar a pie por algunos sectores de la ciénaga.
Los pescadores estuvieron de visita en Bucaramanga el pasado 19 de febrero para participar de la presentación del informe sobre el caso emblemático de Lucho Arango que realizó el Centro Nacional de Memoria Histórica, apoyada por investigadores de la Universidad Pontificia Bolivariana y con la asesoría de académicos de la Universidad de Oklahoma en Estados Unidos.
Escoger el asesinato de Lucho como un caso representativo resultó luego de un proceso de selección muy estricto que examina el impacto de su trabajo social y cómo su caso permite comprender la dinámica de la guerra en el país.
Para los pescadores, Lucho era un hombre decidido, capaz de sentarse a hablar con su enemigo . “Una vez le pusieron una demanda en un juzgado. Y él llegó con el abogado, que ni habló. Lucho dijo ‘bueno, cómo estoy demandado aquí’. Le respondieron que como Luis Arango. ‘Pues cuando me demanden como el presidente de Appal - Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores de El Llanito-, hablamos’. Así era con todos”, recuerda uno de sus amigos.
La lucha de Luis por defender la pesca artesanal, el humedal, la ciénaga y el proyecto de palma de Appal para 40 familias, le incomodó a Los Rastrojos, que llegaron a mediados de 2008 a sembrar más terror.
Entre 1990 y 1996, la guerrilla había entrado tres veces a El Llanito, pero no pudieron convencerlos de auxiliarlos y no tenían posibilidad de acorralarlos por la situación geográfica.
Para el año 2000 los paramilitares tenían el control. “Uno sabía al menos quién era la cabeza visible, con quién había qué hablar”, explican los pescadores y afirman que no había miedo a confrontarlos, porque no tenían nada que esconder.
Pero al llegar Los Rastrojos, a mediados de octubre del 2008, no había alguien que ostentara el poder. Lo que sí querían era imponer el orden para llevar a cabo sus negocios ilícitos y Luis, con su capacidad organizativa, les estorbaba. Así lo analizan los pescadores.
Desde 1992, Lucho pertenecía a Appal, una organización que convocó a los pescadores para recuperar la pescar artesanal, la ciénaga y el humedal. La pesca artesanal venía enfrentando problemas con otros pescadores que usaban el trasmallo: red que se ancla a los caños y cuyo uso impacta negativamente la reproducción de ciertas especies. En El Llanito son expertos preparando bocachico. El blanquillo y la doncella también navegan por el sector.
Buscando un acuerdo entre unos y otros, en 2001, por lo menos 35 organizaciones de pescadores se unieron en la Asociación de Pescadores y Agricultores del Magdalena Medio.
Pero persistía el problema de los ganaderos y las industrias de palma que inundaban el terreno y pretendían apropiarse de los caños y la ciénaga.
Los pescadores, sin embargo, reconocen ahora que a Los Rastrojos les molestó la petición que las asociaciones hicieron a la Armada Nacional para que protegiera los caños. Es por esa ruta donde se mueve la gasolina usada para el tráfico de drogas y armas.
A pesar de la gran problemática que Luis intentaba solucionar, los investigadores del Centro de Memoria Histórica señalan que se desconocen en realidad los motivos que impulsaron a Los Rastrojos a matarlo.
Para los actores armados, un rumor desata un asesinato. “El rumor, la mala información, hace parte de la violencia que ejercen las bandas criminales. Por ejemplo, la masacre de El Salado demuestra cómo a partir de un rumor, se desarrolla una masacre”, explica Melba Quijano, docente investigadora de la UPB.
A las 5:30 a. m. del 12 de febrero del 2009, una mujer denunció a Luis ante ‘El Trinche’. Era él quién, supuestamente, lo había “denunciado” con la Armada.
La lucha persiste
María Emma Willis, asesora de la Dirección del Cetro de Memoria Histórica explica que emblematizar el caso de Lucho Arango es “un homenaje a los ambientalistas que por estar defendiendo las cuencas hidrográficas caen en el fuego de los actores armados que ven el territorio en términos de explotación, de rutas, de codicia, mientras que los pescadores lo ven para las futuras generaciones”.
Las asociaciones de pescadores del Magdalena Medio tienen miedo, porque aún reciben amenazas y tanto ellos, como los investigadores, esperan que hacer memoria de este caso permita que las problemáticas que aún viven los pescadores se visibilicen.
“El país quiere olvidar ahora con el proceso de negociación en La Habana, pero no podemos desconocer que no hemos superado el conflicto y una muestra es que a este hombre lo asesina una banda criminal después de la desmovilizacion paramilitar”, comenta Ledys Bohórquez, docente investigadora de la UPB.
Lamentablemente, ni los problemas de la pesca se han solucionado, ni el temor se ha ido.
“Seguimos con el vacío institucional. Hay una cantidad de instituciones para defender los humedales, pero los pescadores siguen estando solos. Es una pelea de David contra Goliat. Precisamente, a Lucho lo asesinaron días después de haber firmado un gran acuerdo para proteger a los humedales”, señala Melba Quijano. Por eso Luis, su asesinato, su lucha, hoy aún son relevantes.