Así es la travesía para evacuar enfermos en una vereda de Santander
A través de un video, la comunidad de la vereda Colón denunció el ‘viacrucis’ que tienen que vivir cuando alguna de las cerca de 300 personas que habitan la zona requiere atención de un médico.
Si el clima ayuda, un enfermo puede ser trasladado en cerca de tres horas hasta el puesto de salud, pero si hay lluvias, el viaje puede tardar hasta tres días.
La travesía arranca en alguna de las 32 ‘habitaciones’ que componen la vereda, en las que habitan entre ocho y 10 personas. Cuando alguien enferma y no responde al tratamiento primario de ‘agüitas de hierbas’, los vecinos optan por trasladarlo hasta el puesto de salud de La Paz. Sin embargo, según los habitantes de la zona, primero “tenemos que llamar a pedir cita y si corremos con suerte la dan por ahí para dentro de ochos días”.
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Por la falta de vías de acceso, no se puede acudir a la ambulancia del pueblo, por ello, los improvisados socorristas elaboran un guando, que no es otra cosa que dos troncos largos de igual tamaño en los que se sostiene un costal, y sobre los que se ubica al paciente.
Aunque este elemento es usado para trasladar ataúdes, tapados con sábanas blancas en los sepelios de algunos pueblos, en esta vereda se usa para salvar vidas.
Un viaje de tres horas a tres días
Según el líder comunal, Antonio Malaver, preferiblemente, los traslados de enfermos se hacen durante las mañanas para evitar que la lluvia genere crecientes en las quebradas y caños por los que deben pasar para llegar a la primera estación con los enfermos, la vereda El Recreo.
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El paciente es acomodado en el guando y puesto en hombros de los camilleros, que lo trasladarán, durante cerca de una hora, por una trocha por la que sólo transitan caballos y donde los caminantes, en muchas ocasiones deben llevar, pica, pala y machete para abrirse caminohasta la vereda El Recreo, que es la segunda estación del enfermo hacia el centro de salud.
“Si el enfermo es delgadito se necesitan dos hombres para cargar el guando, pero si es pesado, se requieren cuatro personas para transportarlo. De igual manera, tienen que ir al menos cuatro hombres para turnarse o resistir el largo viaje a pie”, aseguró Malaver.
En el camino de la primera trocha, los caminantes deben atravesar por cinco quebradas y cerca de seis caños, que cuando llueve, incrementan el recorrido de tres horas a, por lo menos, tres días. Los pasos por los afluentes son peligrosos, ya que, de acuerdo con la comunidad, “a veces la corriente lleva fuerza y debemos dar pasos lentos y seguros para que el agua no se lleve ni al paciente ni a nosotros. Además, sólo tenemos un puente colgante en el sector”.
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Al llegar al Recreo, que dista de La Paz en dos horas, el enfermo y sus acompañantes deben abordar un vehículo o un caballo que los llevará al caso urbano. No obstante, por las características de esta segunda trocha, los líderes comunales recuerdan que “algunas personas no resisten el viaje y se mueren por el camino. En un ocasión un señor de Colón se disparó en una pierna, pero por la distancia, falleció desangrado a mitad de camino”.
Las enfermedades de ‘Colón’
Antonio Malaver, tiene 53 años y ha sido varias veces líder comunal de la vereda, él afirma que “estamos aislados. Yo tuve que sufrir en ‘carne propia’ la dificultad para recibir atención médica. El año pasado comencé con una dolencia en un dedo del pie derecho. La primera vez que puede ir hasta el centro de salud de La Paz, el médico me dijo que mi caso no era grave, que era una pequeña infección y que me echara agua y jabón, que con eso me pasaba”.
Sin embargo, el comunero dijo que “de esa pequeña infección me amputaron el dedo, el pie y por poco me quitan la pierna. Eso sucedió en julio del año pasado. Cada mes me citan a controles y, por mucho, he ido a dos. Sin el pie no puedo movilizarme y tampoco me voy a arriesgar a morir ahogado en la creciente de una quebrada para ir a que me receten una pastilla para el dolor”.
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Malaver dijo que “aquí la gente se enferma mucho de los pulmones, del estómago. A cada rato hay virus porque encima de que no tenemos vías, tampoco tenemos acueducto. El agua que consumimos es la que baja por los caños o las quebradas y por obvias razones no está tratada”.
Los habitantes de Colón aseguraron que se acostumbraron a vivir entre reumatismo, infecciones respiratorias y enfermedades del aparato digestivo y que prefieren tratarse “a punta de ‘agüitas’ que arriesgar sus vidas en busca de un médico.