¡Dios está con usted!
Si quiere entrar en desánimo, primero reflexione sobre lo que logrará con esa actitud negativa. Con seguridad se lastimará más y se llenará de rencores.
Y si lo que pretende es estar decepcionado por todo lo ‘malo’ que le pasa, pues dedíquese a quejarse, a echarles la culpa a los demás y a repetirse una y otra vez: ¡Pobrecito yo!
Sin embargo, es increíble que pretenda asumir semejante posición, cuando tiene todo para avanzar.
¡Huir no lo llevará a ningún sitio!
Trabaje por sus metas, involúcrese y sírvale a la comunidad, haga un esfuerzo por ser una mejor persona; mejor dicho, póngase a la disposición de Dios.
La tristeza lo único que hará en su vida es hacerlo retroceder. ¿Sabe algo? Estando abatido nadie logra felicidad alguna.
El aburrimiento lo hace frenar en seco; en cambio, la fe lo hace caminar con la frente en alto.
¿Se siente presionado?
Pues, la presión siempre convierte al carbón en un diamante.
Y para ello debe tener claro algo: No puede poner un punto de interrogación, en donde ya Dios puso el punto final. Deje de vivir en el pasado, añorando lo que no fue o lo que no pudo ser.
Tal vez sienta que lo que hace no es importante, pero para los demás usted puede lograr la diferencia entre el “ser útil” o el “ser una carga”.
Son su confianza y su seguridad las que le permitirán reírse mañana de aquellos que pensaron que las cosas serían imposibles.
¿Suena bonito, pero no tiene la suficiente fe para actuar?
Ha de saber que no hay nada que no logre alcanzar una oración, excepto si se está por fuera de los planes de Dios.
Ore todo lo que quiera, pero sin dejar de esforzarse por sus metas, pues todo cede a la pujanza del trabajo digno.
Hay algo mejor de la plegaria: no tiene fecha de vencimiento. Porque aunque piense que Dios se olvidó de lo que usted le invocó, no es así.
Él no olvida ninguna oración y nos tiene en cuenta a todos por igual. Sus razones tendrá para no darle ya lo que le pidió; sin embargo, le llegará a su debido momento. Todo lo que sube a Dios, en forma de plegaria, baja luego a nosotros en forma de bendición.
Camino al éxito
Eso que llaman “éxito” sí puede llegar a ser sinónimo de prosperidad, poder, popularidad, fama o cualquier otra interpretación.
Sin embargo, la verdadera realización de un ser humano consiste en ser útil y en servirles a los demás, sin que por ello se tenga que ser un “esclavo”.
Sus peores días nunca estarán lejos del alcance de la gracia de Dios. De la misma forma, sus mejores días nunca serán tan buenos como para no necesitar de la gracia del Altísimo.
Otra verdad de perogrullo: Siempre que la voluntad de Dios prevalece, Él quita todas las presiones.
Es más, cuando deliberadamente usted decide obedecerlo, no escatima la estrella más remota y hasta el último grano de arena para que le ayuden con toda la omnipotencia de Él.
Ley divina
Se pueden escapar muchas cosas de sus manos, pera nada se escapa de las manos de Dios.
Por eso, deje defenderse de todo y de todos. Si alguien quiere hacerle daño, recibirá de su propia medicina.
Aprenda que Dios es su mejor abogado y su ley divina es la que reina.
Cuando Jesús es quien dirige su vida, siempre puede tener la certeza de que, pase lo que pase, todo estará como a todos nos gusta: ¡Bien!
Así las cosas, no se preocupe por lo que la gente piense de
usted. Ellos tienen sus propias vidas y cada vez que lo critican, en el fondo solo se ‘desnudan’ y quedan en evidencia por no haber alcanzado lo que usted ya logró. Además, tratar de complacer a todo el mundo es algo iluso; es más, es una ‘tontería’.
El hecho de que muchas personas no puedan ver lo que hay en usted, no significa que no exista algo bueno en su particular forma de ser.
También debe entender que si no va a hacer algo con pasión, es mejor no hacerlo.
Con la suficiente fe
Cuando la vida lo ponga con la cara contra el suelo, la fe lo animará a mirar hacia el cielo con una gota de esperanza en pro de los tiempos mejores.
Ahora bien, no porque usted esté afrontando una tribulación es que Dios esté interesado en que sufra. ¡Ni más faltaba!
En su vida no existen ‘premios’ ni ‘castigos’, sino situaciones con consecuencias que cada quien se ha labrado.
¡Las cosas son así de lógicas como se leen!
Nunca confunda la voluntad de Dios con el merecido que usted recibe por hacer las cosas equivocadas.
En el libre albedrío que Dios nos da entra también una ‘baraja de cartas’, que a nosotros nos toca jugarlas.
Lo que pasa es que en la obra de Dios para ser alguien, usted tiene que hacer algo o, al menos, trabajar por sus anhelos, pues del cielo nada le caerá.
Haga lo que pueda o lo que esté a su alcance; finalmente Dios no le pedirá más allá de sus propias fuerzas.