miércoles 19 de diciembre de 2018 - 12:01 AM

Alba, la hermana de los venezolanos en Bucaramanga

Ni el duelo por perder un familiar ni las amenazas que ha sufrido, han servido para que Alba Pereira deje de ayudar a sus paisanos por medio de su fundación ‘Entre dos tierras’. Allí alimenta a familias venezolanas, les vende ropa y hasta les ‘cura las paticas’.

No fue miedo, fue su forma de sobrevivir al flagelo que apenas estaba empezando lo que la hizo regresar a su ciudad natal, a esta Bucaramanga sin límites que le dio nuevamente la oportunidad de surgir y, sin buscarlo, tomar el camino de ayudar a la gente que la acogió y que la hizo amar a Venezuela, como si fuera su tierra desde el nacimiento.

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Alba Pereira vivió en Barquisimeto, Estado Lara, desde los seis meses de edad y allá se desarrolló personal y profesionalmente, pues estudió la carrera que le apasiona: cocina.

Gracias a sus conocimientos pudo montar su propio negocio, pero las circunstancias la hicieron partir, porque aunque no se vivía la misma situación actual de tener que salir a como diera lugar de allá, por ir en contra del chavismo le empezaron a hacer la vida imposible.

“Yo formé parte del apoyo al paro petrolero, porque no abrí mi negocio y cuando todo volvió a la normalidad, me lo saquearon. Así mismo, formé parte de la ‘Lista Tascón’ que fue creada por un diputado del Estado Táchira y quienes estaban en ella eran antichavistas, entonces no teníamos acceso a muchas cosas”.

Y fue por eso que sus ojos se ubicaron en Colombia, más exactamente en la ‘Ciudad Bonita’ donde llegó, se quedó y de aquí “no me saca nadie”.

Recién llegada, trabajó como digitadora en una universidad, pero luego llegó la oportunidad de ejercer como profesora de cocina.

Tras ocho años como profesora pudo empezar a ‘meterle la ficha’ a su sueño de montar un negocio y en 2013 se dio. A la par de eso, y al ser –tal vez– el único restaurante de comida venezolana reconocido en la ciudad, empiezan a llegar las personas a pedirle información sobre la migración a Venezuela, cuando aún en el vecino país las cosas no se ponían tan difíciles.

“Pedían información sobre la migración cuando ni siquiera nosotros sabíamos, pero en febrero de 2014 escuché por primera vez la palabra ‘Guarimba’ y ‘Guarimbero’, cuando los estudiantes se enfrentaron contra el gobierno de allá, ellos pidieron ayuda por redes, ahí fue cuando hicimos la primera labor social y recogimos medicamentos, ropa y todo eso se envió a Venezuela”, ese fue el momento en que –por debajo de cuerda– empezaba su fundación.

“Luego que pasa ese momento se produce el cierre de frontera, la gente empezó a llegar a Piedecuesta, ahí ayudamos a la gente y de ahí no hemos podido parar con lo que significa tener la fundación”.

Actualmente, se destaca por ser la única organización que trabaja de venezolanos con venezolanos para venezolanos. Hasta agosto de 2017 se registraron como fundación que hoy opera en el barrio San Alonso, donde queda su restaurante ‘Sabor aquí’.

Aunque la idea para empezar la fundación era capacitar en tecnología e informática y apoyar emprendimientos, la necesidad del hermano venezolano se volvió una emergencia que los condujo a hacer lo que hoy hacen: Entregar comidas a cientos de ellos diariamente.

Gracias a un convenio con la UCC dan atención psicológica a niños y adultos, entregan medicamentos bajo fórmula médica, venden prendas de ropa a $1.000 (con el ánimo de dignificar a la gente y evitar que ellos la revendan), cubren tres rutas que toman los caminantes venezolanos en su paso por Colombia, a quienes les dan hidratación, comida y les ‘curan las paticas’.

“Nunca voy a tener vida para dar agradecimiento al pueblo santandereano, es una gente maravillosa. Gritan como nadie, pero más grande que el grito es su corazón y gracias a ellos es que nosotros sobrevivimos”.

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