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Bucaramanga
Lunes 14 de agosto de 2017 - 12:00 PM

Crónica de una lectura de tabaco en Bucaramanga

Carla Carril es una limeña de 27 años que cambió el derecho por el tabaco. Hace parte del movimiento Warmi Pachacutec y dicta conferencias sobre la conexión con la madre tierra, la limpieza del aura y la predicción por medio del humo de esta planta. Quiere cambiar la prevención de los bumangueses hacia estos temas, mientras la industria del tabaco afronta serios dilemas.

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Los usos rituales del tabaco son ancestrales. Es originario de América y el resto del mundo no lo conoció hasta 1492. (Foto: Paola Esteban/VANGUARDIA LIBERAL )
Los usos rituales del tabaco son ancestrales. Es originario de América y el resto del mundo no lo conoció hasta 1492. (Foto: Paola Esteban/VANGUARDIA LIBERAL )

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Los usos rituales del tabaco son ancestrales. Es originario de América y el resto del mundo no lo conoció hasta 1492. (Foto: Paola Esteban/VANGUARDIA LIBERAL )

El tabaco está encendido. Es pequeño. De Piedecuesta. El humo se dispersa alrededor de la lectora. Prefiere que le digan “mujer medicina”, pero no le molesta que la llamen bruja. “Bruja es una mujer dueña de un gran conocimiento”, dice. Mira fijo con sus ojos grandes. Es peruana. Está de visita. Y es abogada.

El ambiente no es denso, contrario a lo esperado. A través de la pequeña ventana de la habitación donde vive se filtra el sol de la tarde. Hace calor en la calle, pero el espacio está fresco. Carla Carril está sentada frente a una vela que arde con una pequeña llama. Toma el palosanto, un trozo de madera aromática, y lo quema.

El cuerpo de la chica se llena de humo. Es joven y le leerán el tabaco. Es una lectura exprés. La “mujer medicina” no suele hacerla. Por lo general tarda cuatro horas en una limpieza, que es lo que más le piden. Las mujeres hoy quieren desintoxicar su aura, por así decirlo. Algunas quieren saber si su amor terminará con la rival. O si la vecina le tiene envidia, porque no crece el negocio. Los hombres también quieren saber cosas. Es ella, sin embargo, la que hace primero las preguntas.

El comienzo

Las mujeres negras, las cubanas, se ponen un pañuelo rojo en la cabeza. Encienden el tabaco e invocan a Elegguá, Oggún, Ochossi y Oxúm. Los indios de América del norte lo encienden, lo fuman y esparecen el humo alrededor. Los incas le decían ‘sayre’ y solían inhalar el polvo por la nariz para “descargar la cabeza”, explica la antropóloga Fabiola Chávez Hualpa.

Lo primero que exige el ritual es entrar en la habitación y presentarse. Carla va a domicilio, pero hace una excepción. Le habla al tabaco, le ofrece su intención.

Este es el comienzo de todo, el inicio.

En seguida, el mapacho (la especie de tabaco que usa Carla), que ya ha sido encendido, es inhalado. Carla no consume el humo. “Solamente lo tengo en la boca y posteriormente lo paso por el aura de la persona para limpiarle o para leerle”.

La joven está tensa. Solo está allí por el bien de la crónica periodística. Luego confesará que realmente se siente más ligera. Carla le ha hecho una limpieza no tan profunda, pero real. Su tono de voz es uniforme, habla con las manos. Se las toma a la chica y le susurra. No es posible saber con exactitud qué. Es personal.

“Estamos constituidos no solamente por el cuerpo físico, sino que tenemos un aura, a su vez constituida por muchas capas, entre ellas, la mental y la emocional”, dice Carla. Son alrededor de siete capas.

“¿Cómo puedo ver la interacción de las capas en mi cuerpo físico? Cuando me enfermo”, se refiere a todos en general. “Empiezo a sentir un pequeño dolor que no es justificado. Lo que creo en mi mente, crea mi realidad. Esto pasa del plano mental pasa al emocional y de ahí al físico. El tabaco se pone en contacto con el aura. En este caso, a través del humo”, narra Carla.

También hace masajes con hojas de tabaco: dice que en la espalda están los chakras o centros de energía que conectan, entre otros, con el corazón. La idea es liberar lo que está bloqueado.

Sus familia le decía que estaba loca. Abogados, policías, médicos. Una vida muy culta en la capital peruana. Desde muy niña se interesó por lo místico, pero el rechazo la hizo retroceder en sus intenciones. Trabajó en un bufete de abogados hasta 2013. Luego se desempeñó como ‘Comunity Manager’. Su mamá no lo aprobaba: hubo crisis propia y familiar. Fue en medio de esta búsqueda espiritual que aprendió a usar el tabaco con fines rituales. Un abuelo conocedor le enseñó. No, Carla no hace amarres ni retiene al ser amado. Tampoco arregla la vida de nadie.

“El tabaco lo que hace es entregar la fortaleza para la toma de decisiones”, afirma. Los ojos, otra vez, bien abiertos.

Pero, ¿cómo?

La joven hace una pregunta. Podría ser algo práctico, claro, pero ella escoge preguntar algo trascendental de su vida. Carla da una calada al mapacho y observa el trayecto del humo. Lee dos cosas importantes: el trayecto, si se eleva o no y qué indica el universo emocional de quien se somete a la lectura.

Lo segundo que ve es la ceniza: a veces hace formas. A partir de allí, interpreta. Carla le pregunta a la joven si la cosa va por el lado que le ha dicho. La joven asiente. Sonríe intimidada.

“Existe una tercera cosa que se lee y son las cualidades de una persona, su inteligencia emocional. A partir de ello es que se puede diagnosticar, entre comillas, o indicar el proceso por el cual está pasando”, explica Carla.

En sus conferencias, en la Casa del Libro Total, Carla explica cómo se lee el tabaco a su audiencia, de mayoría masculina. Pero son las mujeres las que la solicitan más.

Las más jóvenes quieren saber de amor. Las más adultas, sobre el uso ritual y los ‘millenials’ quieren saber sobre su estabilidad.

El paganismo es la tendencia de esta generación. Eso dicen los estudios. La Universidad de Masaryk, en República Checa, realizó una investigación que demostró que gran parte de los nacidos entre 1982 y 1995 prefieren la espiritualidad alternativa a la tradicional. Particularmente las mujeres.

Empresarias de Santander han dejado a un lado sus creencias tradicionales para dedicar su vida a trabajar con la “sabiduría de la madre tierra”: ayahusaca, yoga y círculos de mujeres salen hoy del anonimato y son ampliamente bien recibidas en las redes sociales.

Tabaco de tradición

Santander es una región tabacalera. Pero mientras las exportaciones son crecen, el consumo interno cae.

Rosalba Rincón, una mujer tabacalera de Piedecuesta, explica que “el trabajito es únicamente para sobrevivir, uno que no tiene marca. Uno siempre ha tenido su fabriquito en la casa para tener lo que medio pueda uno para pagar arriendo. Las ventas están bajas, todo está pesadísimo, las fábricas cierran dos o una semana y nos toca parar”.

Rosalba explica que la fábrica deja de encargarles tabaco, porque tienen demasiado. En el primer trimestre la exportaciones de este producto crecieron un 9,2% con respecto a 2016. Se vendieron 3,5 millones de dólares.

“Mandan los tabacos para los diferentes lugares del mundo, pero nos dicen que no hay plata. La hechura de un tabaco vale 22 pesos. Y yo me hago 30 mil tabacos semanales”, dice Rosalba. Empezó a los 13 años a hacer tabaco. Hoy tiene 60.

Heliodoro Campos Castillo, gerente de Fedetabaco, explica que “el cultivo de tabaco en Colombia en los últimos siete años ha caído un 50% aproximadamente y Santander pone gran parte de esa disminución”. El tabaco se cultiva bajo la modalidad de agricultura por contrato entre el agricultor y la industria tabacalera, pero los cultivadores de tabaco son aparceros que pagan un 20% de su ingreso bruto por el arrendamiento de la tierra. Campos dice que debería dárseles tierras, aumentar las áreas de cultivo.

El historiador Johan Torres, quien estuvo en la zona tabacalera de Villanueva en las pasadas semanas y quien realiza una investigación sobre el tema, cuenta que “la gente está viviendo el cultivo improductivo. Las arrobas las pagan muy mal. Antes tenían a alguien que se las compraba seguro en Los Santos, pero ya no. Y si lo bajan a Piedecuesta se las compran a precio de huevo”.

Sin embargo, reconoce que, afortunadamente, el tabaco tiene aún una demanda cultural, un uso tan ancestral como las técnicas del cultivo en la región, que no han cambiado desde hace 200 años.

Luz Bella, una antigua lectora de tabaco que ahora vende jugos en la plaza de mercado del Centro, explica que en los años setenta conoció hasta siete personas que lo leían: “trabajaban con santos como con Miguel Arcángel, San Marcos de León, en casas grandes a donde iban las personas en Kennedy y Villaluz, el Centro y La Joya”.

Hoy, quienes ofrecen lecturas de tabaco cuentan sus secretos en Youtube.

El final

Para su familia, Carla es excéntrica. Es vegetariana desde los tres años. Dice que no le hizo falta la proteína animal para crecer, es alta. Está sana.

Para cuando la lectura termina ha llegado ya la noche y la vela es la única luz que le ilumina el rostro. La despedida es un abrazo, consejos, hasta una lista de acciones que la persona debe hacer para que su vida cambie.

La “mujer medicina” dice que quiere cambiar la percepción de los santandereanos sobre este tipo de prácticas y temas, porque existe cierta resistencia.

Carla es intuitiva. Despide a la joven con una mirada que parece conocedora. El tabaco parece apagado ya, la lectura exprés se ha extendido por casi tres horas. La boquilla, sin embargo, sigue quemándose en el azul y el rojo de una llama milenaria.

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Publicado por PAOLA ESTEBAN

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