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De Habitas, Mimamota, Pajitas o Apretapeos: Recordados personajes urbanos de Bucaramanga
- Fotos tomadas del libro Los Hijos de La Calle, de Carlos Prada Hernández.
La muerte del comerciante Pedro Elías Duarte, conocido en Bucaramanga como 'Habitas', ocurrida el pasado lunes 18 de septiembre, recuerda a otros icónicos personajes de las calle de Bucaramanga quienes han transitado por sus vías y han generado miles de anécdotas en los bumangueses. Cinco de ellos son:
Lea

Ladislao Gutiérrez, más conocido como Lea, era nortesantandereano y su familia fue víctima de la violencia política que, de cierta forma, los sacó de Chinácota, el municipio en el cual vivían.
El libro Los Hijos de La Calle, de Carlos Prada Hernández, reseña a Lea como un hombre que fue influenciando “a todos quienes conocía, con su risa y su ánimo y sobre todo contándoles cuál consideraba que era el camino para llegar a un mundo mejor".
Después de unos años se casó con una mujer con quien tuvo a su hija Briceida y dos hembras más. Tiempo después estuvieron a cargo del colegio Santa Teresita del Niño Jesús en el barrio Álvarez. Hoy día dueñas fundadoras del restaurante típico Mi Colombia Querida en la Mesa de Lo Santos.
Mimamota

Otro de los personajes icónicos de Bucaramanga fue Mimimota, hijo de Guillermo Flórez y Gloria Isabel Flórez. Su verdadero nombre era Alirio y tomó relevancia en la ciudad cuando empezó a deambular por la Plaza Guarín y los alrededores de los batallones del Ejército Nacional, el Ricaurte, Mercedes Ábrego y la Quinta Brigada.
"Alirio poco a poco fue adaptándose a la calle y dormía en cualquier lugar donde le llegara la noche. Nadie sabe en qué momento empezó a auto llamarse Mimimota, ni porqué y solo es claro que cuando le preguntaban su nombre, decía Mimimota", afirma el libro Los Hijos de La Calle, de Carlos Prada Hernández.
Años después el hombre llegó al parque Romero y conoció a Esthér, una señora que tenía una floristería y empezó a ayudarlo con la alimentación.
Pajitas

Hace algunos años en Bucaramanga también deambulaba por las calles alias 'Pajitas', cuyo nombre de pila era Alfredo, pero a quien nunca se le conoció apellido alguno.
"Para su mala suerte alguien lo vio alguna vez masturbándose en un sitio muy solo, de los que frecuentaba y empezaron a decirle 'Pajitas'. Se dice que los bolsillos de sus pantalones estaban rotos y el metía sus manos, dentro de ellos para masturbarse públicamente. Solía pararse en las entradas del colegio del Corazón de María cerca al parque García Rovira y de la concentración escolar Camacho Carreño a la hora de la salida de los estudiantes para ver a las jovencitas y así proceder a su actividad onanística", afirma el libro en mención.
También llamó la atención su relación de pareja con la famosa Cabuya de los moscos, pues deambulaban por la ciudad agarrados de las manos, teniendo como su sitio preferido la entrada del almacén de cadena Mercadefán, sobre la carrera 15 pasos delante de la calle 37.
Marujita

El libro Los Hijos de La Calle, de Carlos Prada Hernández, también reseña a Marujita como uno de los personajes icónicos de Bucaramanga.
Se trataba de una persona de familia respetada de la ciudad, quien tenía como y en su casa vestía con tacones y desfilaba en su casa. Cuando nació fue diagnosticado con labio leporino, y su papá nunca lo quiso someter a cirugías o tratamientos médicos.
Con el pasar de los años fue creciendo salía a la calle con falda. Quienes la recuerdan, afirman que una vez le lanzaron un "piropo" y le dijeron "Marujita", y así se quedó su apodo.
Apretapeos

En Bucaramanga a Pedro Antonio le dieron el apodo de 'Apretapeos' por su andar rápido y descomplicado. Era de bajos recursos y la vida se la rebuscaba haciendo mandados a las familias de la ciudad.
"Durante la celebración religiosa solía hacerse a la entrada principal y algunos parroquianos que lo conocían, le daban alguna moneda, con lo cual se sostenía. Un buen día domingo, luego de la misa de 10, y estando algunos devotos orando, un acólito lo llamó desde el presbiterio y corrió a atenderlo, con tan mala suerte que dejó escapar un pedo sonoro y se oyó la risotada al interior del templo. Pedro Antonio intentó disfrazar esto, con un sonido gutural remedando el acaecido, y a alguien se le ocurrió decirle “apreta el peo” (sic) y así fue llamado en adelante apretapeos", afirma el libro de Carlos Prada Hernández.