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area metropolitana/bucaramanga
Jueves 26 de octubre de 2017 - 12:00 PM

Este sabor argentino llegó para quedarse en Bucaramanga

A esta ciudad sin límites, que los acoge a todos como hijos propios, llega un argentino que creció rodeado de ollas y sartenes. Ezequiel Mendoza se ha enamorado profundamente de la Ciudad Bonita y ya no quiere regresar a su tierra natal. Una historia más que destacada la campaña cívica Bucaramanga sin límites.

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(Foto: Fotos: César Flórez / VANGUARDIA LIBERAL)
(Foto: Fotos: César Flórez / VANGUARDIA LIBERAL)

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(Foto: Fotos: César Flórez / VANGUARDIA LIBERAL)

Aunque su padre se oponía rotundamente a que cumpliera su sueño de ser chef, Ezequiel Mendoza, nacido en Buenos Aires, Argentina, e hijo de una familia dedicada a la gastronomía, decidió llevar la contraria e irse a trabajar a los 15 años en un restaurante de un club de golf.

Muy poco le ayudaba a su madre en la casa, porque “esas eran labores de las mujeres”, y sin embargo, soñó con cocinar en el restaurante de su papá, pero don Claudio Mendoza nunca lo dejó.

En aquel restaurante, donde trabajaba los fines de semana y ganaba buena plata, fue donde pensó en dedicarse a la cocina y dejar sus estudios. Ahí tuvo su primer gran encuentro con su padre.

“Mi papá me sentó y me dijo: Si vos realmente querés hacer algo legalmente con esto, vos necesitás el cartón. Entonces, ahí fue que caí en cuenta de que él tenía razón, porque en el lugar en que estaba había gente que se dedicaba a la gastronomía de manera empírica”, precisa.

A los 18, ya graduado del colegio, recibió el primer gran apoyo de su padre, quien le ofreció nueve meses pagos en una escuela de gastronomía en Perú.

Allí trabajó durante un año y luego se fue para Veracruz, México, en donde vivió dos situaciones que marcaron su vida.

“En Veracruz me agarró el tsunami de Japón, que por suerte no llegó a tocar la costa mexicana. Luego me pasó algo muy loco. Tuve episodios de cercanía con el narcotráfico”. Ezequiel recuerda que en aquella época llegaban los capos al restaurante donde trabajaba a pagar la cuenta de todos, pedir que se retiraran los clientes y solicitar que les cocinaran solo a ellos, dejando propinas mayores al pago de todo el mes.

Un viernes en la noche, día que no olvidará, mientras los clientes comían, hubo una emboscada. Cuando se percató, estaba en medio de la balacera. Al salir de la cocina, él y sus compañeros vieron a los comensales, quienes pertenecían a un afamado cartel del narcotráfico mexicano, muertos en la mesa.

Gracias a un gran amigo conoció Bucaramanga y le encantó. En el 2014 llegué a Bucaramanga y aunque no estaba el auge de los restaurantes manteles, vi una ciudad muy bonita, me sentí muy atraído por la oferta gastronómica local que había y, bueno, ya hace dos años y medio estoy aquí. Acá me amañé, como dicen ustedes”.

Es un enamorado del clima, de la calidez y cordialidad del santandereano. Destaca que es un mito eso de que las mujeres son bravas; por el contrario, muy distintas a las argentinas.

“Las mujeres aquí son muy cálidas, preocupadas, cariñosas y consentidoras. Allá son más frías y liberales”, sentencia.

En la ‘Ciudad Bonita’ ya ha montado restaurante dos veces. La primera, en sociedad con un amigo que se fue. En ese momento pensó en volver a su patria, pero finalmente decidió continuar y emprender de nuevo.

“No me quiero devolver, porque allá hay mucha competencia y, la verdad, prefiero abrirme mi camino aquí, rodeado de gente santandereana”.

Para Ezequiel, Bucaramanga no tiene límites, ha visto en ella muchas oportunidades, y poco a poco seguirá trabajando por cada uno de sus propósitos.

Con su restaurante se ha dado a conocer, y ahora dicta clases en una escuela de gastronomía a profesionales que buscan aprender algo más.

A pesar de la diferencia entre las carnes argentinas y las nuestras, considera que ha tenido buena acogida entre este difícil público, porque él tampoco tiene límites.

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Publicado por SUEÑO EN TIERRA SANTANDEREANA

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