El hecho ocurrió el lunes festivo 16 de octubre de 1989, en horas de la madrugada. Las denuncias contra el narcotráfico y los diferentes nexos de la mafia con el poder publicados por el medio impulsaron a los violentos a detonar el artefacto. 100 kilos de dinamita fueron estallados desde un Renault 4 amarillo, bajo el mando del entonces jefe del Cartel de Medellín, Pablo Emilio Escobar Gaviria.
José Noé García, José David Forero Mogollón y Rafael Caballero Anaya fueron los tres trabajadores de esta casa editorial que terminaron siendo las víctimas del atentado.
A continuación, presentamos un relato de Euclides Kilô Ardila, quien estudiaba y ejercía como periodista de la página de locales en la época en el que sucedió la explosión.
"Lo que más me impactó de aquella oportunidad no fue tanto la detonación de la bomba propiamente dicha, sino que el narcotráfico no pudo detener la edición del siguiente día. Pese a la explosión, que lamentablemente costó las vidas de grandes seres humanos y que sacudió a la ciudad y al país, el diario logró titular una de sus ediciones más épicas así: ¡Aquí estamos!
Los 100 kilos de dinamita pudieron estallar, pero la tinta indeleble del diario logró plasmar el registro noticioso al otro día. ¡Créame que para un estudiante de periodismo como yo, en ese entonces, ver nuestros escritos publicados al siguiente día fue muy emotivo!
Recuerdo que aquel mismo 16 de octubre, Silvia Galvis Ramírez asumió la dirección del periódico, de la mano de Alberto Donadío, para mí el padre del periodismo investigativo en Colombia.
Con tesón y esfuerzo, bajo la batuta de nuestro gerente Alejandro Galvis Ramírez, trabajamos unidos, con la seriedad y la responsabilidad de siempre para garantizarles a todos nuestros electores la edición.
Todos fuimos un solo equipo: editores, coordinadores, fotógrafos, columnistas, mensajeros y hasta el más sencillo de los voceadores nos arremangamos las camisas para levantar los escombros y comenzar a escribir a la intemperie. Es decir, después de asistir a los heridos y entre los escombros que dejó la explosión, hicimos el consejo de redacción y todos los periodistas que estuvimos en ese entonces comenzamos a escribir contra-reloj y en medio de las difíciles condiciones en las que se encontraba la edificación.
Al día siguiente, 17 de octubre de 1989, en medio de las ruinas dejadas por la bomba, Vanguardia Liberal imprimió el periódico y de nuevo les dijo a los santandereanos: ¡Aquí estamos!
Me sentí muy reconfortado con el periodismo, con mis colegas y con todos los compañeros de la empresa porque se logró lo que los violentos jamás imaginaron: que se imprimiera de nuevo y que la gente tuviera en sus manos el periódico, más temprano que de costumbre.
Entendí que eso que me estaban enseñando en la Facultad de Comunicación de la Unab, cuando apenas cursaba el sexto semestre, y que todo lo que decía Silvia Galvis Ramírez, sobre el periodismo era cierto y real ¡Jamás se podría silenciar a la prensa!
Han transcurrido casi tres décadas y me siento muy orgulloso de estar listo, si Dios me lo permite, para la edición del próximo 1 de septiembre de 2019, cuando se cumplirá el primer siglo de Vanguardia Liberal, un diario que sigue fiel a sus principios de informar con objetividad, con respeto por la libertad de prensa y con el único fin de servirles a los ciudadanos.
Esta fue la editorial que se publicó el 17 de octubre de 1989, titulada "Aquí estamos".
Nos ha tocado el turno. Ayer, 16 de octubre de 1989, al despuntar el alba, un carro bomba destruyó casi todas las instalaciones de Vanguardia Liberal. Nos ha tocado el turno en la espiral de violencia terrorista que viene desangrando y desgarrando a Colombia.
Hace pocas semanas, el primero de septiembre, celebramos 70 años de la fecha en que Alejandro Galvis Galvis fundó este periódico. Ahora contemplamos un montón de escombros en la que fue la sede de siete décadas de esfuerzos honrados por cimentar los ideales del partido liberal y defender las libertades públicas y los intereses de Santander.
La familia de los propietarios, redactores y abnegados trabajadores de Vanguardia Liberal padece directamente los efectos de la barbarie, pero no se puede desconocer que el atentado está dirigido contra toda la comunidad santandereana.
En 1953, cuando las autoridades participaban directamente en toda suerte de delitos sectarios, Vanguardia Liberal sufrió la destrucción de su rotativa y sus empleados tuvieron que hacerles frente a las balas oficiales. Como afirmara entonces Alejandro Galvis Galvis, '' Aquí estamos''. Ahora padecemos los efectos del terrorismo privado. Hace mucho tiempo el Estado perdió en Colombia el monopolio de la fuerza, indispensable para ejercer las libertades públicas. Hoy en día bandas de delincuentes de todas las tendencias operan impunemente contra los colombianos amantes de la paz y del trabajo.
Con el apoyo de nuestros colaboradores, salvo de José Noé García y Rafael Caballero Anaya, abatidos trágicamente en este atentado demencial, empezamos hoy la tarea de reconstruir el periódico. Lo hacemos aunque la libertad de prensa dejó de existir en Colombia, no por la acción de la censura oficial, sino por decisión de los criminales.
Seríamos ilusos si no reconociéramos que toda la prensa nacional está condenada al imperio del terrorismo. Seriamos ingenuos si desconociéramos que los terroristas pueden acallar a Vanguardia Liberal cuantas veces les plazca. Los periodistas no somos soldados ni disponemos de brigadas para combatir en la guerra. La información, la crítica y la opinión son nuestras únicas armas. No podemos hoy, compungidos ante las ruinas de lo que hasta ayer fue un diario moderno, hacer otra declaración que no sea la de expresar nuestra fe en la libertad de expresión como pilar insustituible de todas las libertades. Con esa misma fe en la prensa libre combatió toda su vida nuestro fundador Alejandro Galvis Galvis. Con esa te reconstruyó el periódico después de los atentados aleves de 1953.
Con esta indefensión y optimismo de siempre haremos el esfuerzo de seguir publicando este diario, a sabiendas de que no estamos solos en la hoy ardua y sangrienta misión de preservar el derecho a la vida, al trabajo y a la convivencia civilizada.
En estos instantes trágicos solo podemos renovar nuestra fe en el porvenir de Colombia, por encima de las angustias que a todos nos afligen, y anhelar que algún día retorne a Colombia el imperio de la libertad de prensa. Nos han destruido materialmente pero nuestros principios están intactos.
Nos alienta la presencia solidaria de nuestros coterráneos que han acudido en masa en esta hora de dolor.
Nos alienta también la certidumbre de que el terrorismo venga de donde viniere, y sea cual fuere su precio, jamás ha doblegado los ideales de paz y de concordia.