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Bucaramanga
Sábado 16 de marzo de 2019 - 12:00 PM

Los 25 años del Monasterio de la Inmaculada Concepción

Las hermanas concepcionistas franciscanas celebrarán el próximo martes, 19 de marzo, a las 3:00 p. m. una eucaristía en acción de gracias por los 25 años de presencia del monasterio.

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En el monasterio viven 17 hermanas y una aspirante. (Foto: Elver Rodríguez / VANGUARDIA LIBERAL)
En el monasterio viven 17 hermanas y una aspirante. (Foto: Elver Rodríguez / VANGUARDIA LIBERAL)

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En el monasterio viven 17 hermanas y una aspirante. (Foto: Elver Rodríguez / VANGUARDIA LIBERAL)

Un toque en la campana, un silencio de dos segundos y cuatro toques más. Así es como la Hermana Viviana reconoce, en cualquier rincón del Monasterio Inmaculada Concepción, que alguien la necesita. Y de esa manera con cada una, como en la antigüedad con la código morse, todas tienen un código que les indica su llamado. Un llamado diferente al que recibieron hace años, según cuentan, cuando Dios las invitó a consagrarse como sus esposas.

En todo el monasterio hay cuatro campanas: una para llamar a las religiosas, porque pareciera ambicioso intentar romper el silencio con un grito; solo los pájaros, el viento y la lluvia pueden hacerlo. La otra es para que las hermanas se acerquen al refectorio a comer, la tercera para anunciar la Eucaristía y una última para iniciar los momentos de oración.

Campanas que repican hace 25 años, y que hoy, mantienen guardadas las horas enteras de oración de las hermanas concepcionistas franciscanas.

“La vida consagrada es una historia de amor apasionado por el señor y por la humanidad: en la vida contemplativa esta historia se despliega, día tras día, a través de la apasionada búsqueda del rostro de Dios, en la relación íntima con él”, comentan las hermanas mientras terminan de ajustar detalles para su celebración.

Han sido 25 años de historias, de vidas entregadas, de nuevas y antiguas hermanas decididas a entregar su vida. La más joven llevará 4 años, quizá la más antigua lleve más de 70 años, pero a todas las une su amor por la vida católica, y comparten los tres amores de su fundadora: La Eucaristía, la pasión y la Inmaculada Concepción.

Un poco de historia

En 1484 nace la orden Inmaculada Concepción en Toledo, España, con Santa Beatriz de Silva. Según relata la historia, era una dama de honor de la reina de Castilla. Beatriz de Silva era la mujer más linda de España y la reina sintió celos de esto, por lo que la encerró en un cofre para asfixiarla.

Durante el tiempo que estuvo encerrada experimentó la aparición de la Virgen y ella le pidió que entregara su vida a la comunidad religiosa. Salió intacta para cumplir con su labor y, gracias a los palacios que le dio la hija de la reina, fundó la orden con 12 compañeras.

A mediados de 1993 en el Monasterios de Concepcionistas de Socorro, nace la idea de fundar un Monasterio de la Orden de la Inmaculada Concepción en esta ciudad, con el fin de obtener mayores gracias y bendiciones del cielo para la misma y a la vez conmemorar los 500 años de Evangelización en América.

A principios de 1.994 ‘Don Roberto Poveda’, como lo recuerdan todas con gratitud y respeto, ofreció su casa para que las monjas, de vida íntegramente contemplativa, se trasladaran a Bucaramanga e iniciaran la orden. Este primer monasterio quedaba en el barrio la Universidad, en la calle 11 con carrera 25. En donde vivieron los primeros momentos de la orden y realizaron el proceso de conformación ante la comunidad católica.

Después de unos años de luchas y esfuerzos, el Doctor Luis Eduardo Valdivieso donó el terreno “maravilloso y propio para la vida religiosa contemplativa”, como ellas lo describen, en el kilómetro 4, vía Ruitoque Alto, Vereda Paramito, donde hoy viven las 17 hermanas.

Un día en el monasterio

“Y no puedo negar que eres tú la esencia de lo que soy”. Quizá alguna vez a las 4:20 de la mañana ha sonado esta frase de una canción de Estación Cero para despertar a las hermanas, porque cada semana una de ellas se levanta antes que las demás para poner música y despertar a las otras. Así empieza el día de las monjas de vida contemplativa.

Entrar al monasterio significa entregar la vida. Dejar de lado los fines de semana en familia, la televisión, la radio, el mundo exterior, una formación universitaria. Significa vivir de la oración y la caridad. Sin embargo, ninguna de las hermanas considera necesario nada de eso. Para ellas, no han renunciado a nada. Han decidido estar en un matrimonio con Dios, entregarle sus vida en oración y contemplación.

Hay siete momentos de oración: la primera hora es a las 5:00 a. m., seguido de una hora de oración, la eucaristía y el santo rosario. A las 9:00 a. m. vuelven a rezar ‘las horas menores’ y a las 11:30 a. m. rezan ‘las sextas’. De nuevo a las 2:00 p. m. se reúnen, vuelven a las 5:00 p. m. para ‘las vísperas’ y a las 9:00 p. m. terminan con ‘las completas’.

Aunque pareciera que no tienen tiempo para nada más y siempre tienen un rosario en sus manos, también trabajan en la panadería, haciendo pan, galletas, ‘panderitos’, tortas, ponqué y vino. Además de hacer manualidades, tejer, cocinar, lavar su ropa. Cada día se delegan dos hermanas para repartir las diferentes tareas de la casa, y como el ideal es permanecer en silencio todo el día, solo hay dos momentos de recreación para poder compartir con las demás.

La aspirante que llega al monasterio, que no sucede muy seguido, debe estar en un año de ‘aspirantado’, luego debe hacer un año de ‘postulantado’, para continuar con dos años de ‘noviciado’, seguir con seis años de votos temporales y finalmente hacer los votos solemnes.

Para las hermanas franciscanas el primer alimento es espiritual: la palabra de Dios, por eso por las mañanas leen la vida del santo del día, luego la madre abadesa da una señal que indica que pueden comer. El lugar, con sus utensilios absolutamente blancos y limpios, y 18 sillas perfectamente puestas, solo se adorna de forma diferente si una de las hermanas está cumpliendo años. La vida se convierte en un motivo para celebrar que están juntas y siguen dando cada día a su creador.

“Nosotras no salimos, no vamos a otras iglesias, siempre estamos acá adentro y nunca, sentimos la necesidad. Nunca será suficiente nuestro profundo y eterno agradecimiento hacia él”, afirman.

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Publicado por Fernanda Sandoval

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