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Bucaramanga
Jueves 25 de agosto de 2022 - 12:00 PM

Los códigos de los expendedores para camuflar el microtráfico en Bucaramanga

Las drogas, así como su distribución, mutaron en sus formas y presentaciones para llegar a los consumidores sin levantar sospecha y con efectos más potentes. El camuflaje de los expendedores hace que el narcomenudeo sea casi imperceptible en medio de la rumba y espacios público de la capital santandereana.

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Generalmente los delincuentes cuando salen a comercializar la droga cargan bajas dosis para evitar ser detectados por las autoridades.  (Foto: Marco Valencia / VANGUARDIA)
Generalmente los delincuentes cuando salen a comercializar la droga cargan bajas dosis para evitar ser detectados por las autoridades. (Foto: Marco Valencia / VANGUARDIA)

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Generalmente los delincuentes cuando salen a comercializar la droga cargan bajas dosis para evitar ser detectados por las autoridades. (Foto: Marco Valencia / VANGUARDIA)

En el último mes, la Policía Metropolitana de Bucaramanga y la Fiscalía General de la Nación Seccional Santander ha desarticulado cuatro bandas de microtráfico y ha incautado más de dos toneladas de estupefacientes. (Foto: Jaime del Río  / VANGUARDIA)
En el último mes, la Policía Metropolitana de Bucaramanga y la Fiscalía General de la Nación Seccional Santander ha desarticulado cuatro bandas de microtráfico y ha incautado más de dos toneladas de estupefacientes. (Foto: Jaime del Río / VANGUARDIA)

En el último mes, la Policía Metropolitana de Bucaramanga y la Fiscalía General de la Nación Seccional Santander ha desarticulado cuatro bandas de microtráfico y ha incautado más de dos toneladas de estupefacientes. (Foto: Jaime del Río / VANGUARDIA)

El ingreso del cargamento y comercialización de la droga no tendría el camino libre en Bucaramanga y su área metropolitana, sin el ingenio de las bandas delincuenciales y los ‘jíbaros’ para generar códigos que despistan a las autoridades y a los que no están inmersos en el mundo de la drogadicción.

Vanguardia con la ayuda de consumidores e incluso de uniformados de la Policía, bajo confidencialidad de identidad, pudo conocer no solo esos nombres comerciales de los estupefacientes, sino también la forma en cómo ha estado llegando al departamento.

Al éxtasis, una droga estimulante que puede causar alucinaciones, por ejemplo, le suelen llamar ‘tacha’, ‘adán’, ‘abrazo’, ‘amor’, ‘frijol’. Se consigue en comprimidos para administración oral.

A la marihuana, una sustancia suelta que se consigue en rollos pequeños envueltos en papel o dentro de bolsas, se le nombra ‘hierba’, ‘cucaracha’, ‘Doña Juana’, ‘incienso’. Causa sensación de bienestar, relajación y euforia.

A la marihuana tipo ‘cripy’ o ‘creepy’, la suelen llamar en las calles ‘pechuga de pollo’, sus efectos son más poderosos que la marihuana tradicional, incluso la catalogan como de alta calidad, porque es sembrada en invernaderos. Para las autoridades es una de las que más se comercializa.

A la cocaína, alcaloide psicoactivo que se obtiene de las hojas de coca, le suelen llamar ‘nieve’. De su proceso de fabricación ilícita sale el clorhidrato de cocaína nombrado como ‘perico’, ‘talco’, ‘blanco’ o ‘blanquito’, se inhala o se inyecta, y comercialmente es más costosa que la marihuana y el bazuco. Las venden en bolsitas que pueden costar unos $10.000.

A las metanfetaminas se les llama ‘tiza’, ‘hielo’, ‘cristal’ y produce un efecto estimulante. Se inhala y se inyecta, normalmente se consigue en cristales, polvo o comprimidos.

A las drogas sintéticas, que son otros estimulantes, se les nombra ‘sonrisa’.

Por otra parte, está el LSD, considerado como una de las sustancias alucinógenas más potentes; de hecho, está incluido en la Lista I del Convenio sobre Sustancias Sicotrópicas de 1971. Su consumo es oral, pero también se la ponen en los ojos y en la piel.

El bazuco, que son los residuos de la base de cocaína suele mezclarse con diferentes sustancias, incluso con polvo de ladrillo para generar más producto y para que su efecto sea más fuerte. No tiene nombres particulares y sus potenciales compradores son los habitantes de calle. Las papeletas se consiguen en $2.000.

“En Bucaramanga además de la marihuana, el bazuco y el perico, que son los más comunes, se consumen muchas ‘pepas’, que son las pastillas de clonazepam. Se supone que solo las pueden conseguir en una droguería, pero con prescripción médica. No obstante, en el bajo mundo se pueden adquirir dos pastillas en $10.000”, señaló un uniformado de la Policía.

El clonazepam es un fármaco que pertenece a las benzodiazepinas, los depresores del sistema nervioso central.

La marihuana líquida o THC (tetrahidrocannabinol), como sustancia alucinógena, es un líquido aceitoso que se obtiene por extracción de la materia vegetal en bruto empieza a ganar terreno. El consumo es oral.

El ‘tusi’ es otra sustancia psicoactiva que se ingiere vía oral o por aspiración, que ha venido en escalada. Provoca un aumento de energía corporal y efectos visuales tipo caleidoscopio.

Las sustancias inhalables como el popper conocido como ‘goma’ y ‘gasolina’, también está incluido en este listado. Causan euforia, vasodilatación y aumento del deseo.

Todos estos tipos de drogas que tiene presencia en el área bajo diferentes nominativos, presentaciones y valores, se consigue generalmente en las ‘ollas’ y en los sitios dispuestos que están plenamente identificados por los consumidores, pero también se distribuye a domicilio y para eso las estructura criminales utilizan hombres en motocicletas, que a veces se camuflan de mototaxistas o domiciliarios.

“La gente que tiene plata, para tener su capital, compra en grandes cantidades para llevárselas a sus conocidos. Lo hacen en carros para no levantar sospechas, a veces los vecinos o la misma familia de los consumidores creen que son los amigos que llegan a visitar, pero no, es el ‘jíbaro’”, relató una persona que lleva alrededor de seis años consumiendo.

¿Cómo llega la droga?

Tal y como lo anunció el mismo alcalde de Floridablanca, Miguel Ángel Moreno, al término de un consejo extraordinario de seguridad metropolitano, realizado el pasado 22 de agosto, el área metropolitana de Bucaramanga tiene muchos corredores que facilitan la entrada de los cargamentos y por eso se hace necesario reforzar la seguridad.

Un uniformado de la Policía aseveró que “los cargamentos de droga, los que son más grandes entran en vehículos de alta gama, en camionetas. Por encomienda se logra pasar bastante droga, pero son cantidades no muy grandes, por mucho dos o cinco kilos. Cuando es en gran cantidad se las ingenian, eso se encuentra de todo y para despistar les echan cal, café y hasta cremas, así el canino no las detecta”.

Con base en información suministrada, las estructuras criminales tienen todo tan controlado que saben a qué horas pasa el camión, la camioneta y el carro cargado por determinada vía. “Para eso se necesita ayuda de la ley, ellos también son ‘campaneros’, porque el camino debe estar despejado, con algo que falle o que alguien se tuerza se daña el negocio”, reveló una fuente a esta redacción.

Además de los distribuidores, los ‘campaneros’, las bandas también tienen los que procesan y dosifican cuando llegan las ‘panelas’; por supuesto están los cabecillas que son los que los que administran, manejan las finanzas y tienen los contactos de los líderes de este negocio negro.

Se presume que la mayoría de los cargamentos de droga que llegan a Santander provienen del Cauca y Valle del Cauca, el recorrido se suele hacer por Medellín, Ibagué y Pereira.

El tráfico de estupefacientes es la principal causa de la espiral de violencia en el área, un momento que empezó a vivirse cuando Óscar Camargo Ríos, alias ‘Pichi’ se convirtió en el sucesor de un emporio familiar dedicado al microtráfico y desató una fuerte disputa para apoderarse de los territorios. ‘Pichi’, quien se convirtió en un temido narcotraficante, fue señalado por las autoridades de controlar el 70% del negocio del microtráfico en el norte de Bucaramanga, pero con tentáculos en el resto de municipios del área.

Su negocio era tan robusto que hasta laboratorio tenía en el noroccidente de la ciudad y aunque fue desmantelado por las autoridades, no se descarta que se hayan ‘montado’ otros para realizar el procesamiento de la droga, como de marihuana, clorhidrato de cocaína, bazuco y perico.

Hoy, la Policía Metropolitana de Bucaramanga ofrece $20 millones de recompensa a quien brinde información que permita la captura de Edwin Rincón, alias ‘Cocacolo’, quien se presume asumió el negocio ilícito de alias ‘Pichi’, tras ser su mano derecha.

Rincón tiene nueve procesos judiciales en su contra, los cuales empezaron a acumularse desde 2016 por delitos como hurto agravado, fuga de presos, tráfico de estupefacientes, homicidio y porte ilegal de armas de fuego.

Andrés Felipe Peralta Cortés, alias ‘Peralta’, también fue incluido en el cartel de los más buscados. Está identificado por la Policía como administrador de sitios de expendio de estupefacientes.

Mientras la mayoría de ‘rumberos’ festeja y departe con sus ‘parches’ o amigos, entre las mesas y pistas de baile se mimetizan como camaleones sujetos que también parecen fiesteros convencionales, pero cuyo objetivo real es el ‘narcomenudeo’.

Entregan las drogas en los baños, por debajo de las mesas e incluso a través de un saludo con las manos. Para miles de personas es una situación que pasa inadvertida. En muchos casos ni siquiera existe intercambio de dinero, ya que el pago se efectuó previamente por medios electrónicos.

Se trata de sujetos reconocidos en el ambiente de la ‘rumba’. Cada fin de semana merodean las mismas zonas y negocios. Parecieran gozar de una relativa popularidad. Al ingresar en un establecimiento o al transitar por determinada calle, como el caso de ‘Cuadra Play’ en Cabecera.

Se acercan a saludar a diferentes ‘parches’ o grupos, y muchos extienden sus brazos para saludarlos de mano.

Los jóvenes usan la palabra “dealers” para referirse a ellos, vocablo que traducido al español significa distribuidores.

“Son jóvenes, también les gusta la ‘rumba’. Llevan las drogas de discoteca en discoteca. Ya tienen clientes fijos, que les hacen el pedido previamente. Muchas drogas se venden en forma de papel (LSD) y de pastilla, y por eso les queda muy fácil esconderlas e ingresarlas a las discotecas”, relató Juli*, una joven quien desde hace más de dos años suspendió el consumo de alucinógenos.

Este tipo de sujetos frecuentan espacios públicos concurridos por jóvenes como el caso de Cabecera. Según la información obtenida por Vanguardia, suelen recorrer el sector comprendido entre las carreras 33 y 36 con calles 48 y 54.

“En una noche uno los ve entrando hasta tres y cuatro veces a un mismo negocio. Entran y salen, saludan a la gente en las zonas de ingreso. Incluso algunos consumen con sus clientes. Se vuelven como una amistad más, por eso es difícil de percibirlo”, comentó la fuente consultada.

Estupefacientes como marihuana, cocaína y diversas drogas sintéticas fueron incautadas en múltiples operativos desplegados para el control de la ‘rumba’ y de establecimientos nocturnos en lo corrido de 2022 en Bucaramanga.

El actuar de los denominados “dealers” es una modalidad “muy difícil de controlar” por las autoridades, advierte la comunidad.

“La Policía nos colabora mucho y acuden al llamado cuando vemos sujetos sospechosos. Pero son muy astutos. Solo portan cantidades que no superen la dosis mínima y por eso no los pueden individualizar. En muchas ocasiones el policía solo puede imponer un ‘comparendo’, pero no hay suficiente material para individualizarlos por microtráfico”, advirtió César Augusto Niño, representante del Frente de Seguridad de Cabecera.

Desde el gremio local de bares y discotecas se informó el fortalecimiento de labores de vigilancia articuladas con las autoridades, con el propósito de advertir, identificar y reportar aquellos sujetos con actitudes sospechosas o que representan amenaza contra la seguridad y convivencia.

“Al momento de ingreso en los establecimientos se hacen labores de requisa por el personal de logística. Pero estos trabajadores no pueden tocar partes íntimas, lo puede hacer solo la Policía, y es ahí en donde se pueden camuflar las drogas. Estamos atentos para trabajar en cualquier estrategia que nos propongan las autoridades”, respondió René Rincón, representante de Unibares Santander.

En varias zonas de Bucaramanga se multiplican los grafitis o murales con los números 4:20 en espacios públicos. Se trata de una especie de código entre los consumidores para identificar aquellos puntos en donde suele haber presencia de usuarios y vendedores de estupefacientes.

En pasillos, escaleras, escenarios deportivos y parques de la ciudad decenas de jóvenes se encuentran diariamente en donde existe dicho símbolo.

“Ya los vemos en sectores comerciales como Cuarta Etapa y Quinta Etapa, en los cinemas de Cabecera, en parques como Los Sarrapios, San Pío y Los Leones. Esta simbología del 4:20, aparte de marcar territorio, es una forma de identificar puntos para venta, intercambio y consumo de drogas”, alertó César Augusto Niño, representante del Frente de Seguridad de Cabecera.

Este símbolo, según los mismos jóvenes, se relaciona con “el día mundial de la marihuana”.

Adicional a esta simbología, Vanguardia pudo comprobar que en parques como San Pío se observan sujetos extraños y que aparentemente ofrecen drogas mediante las siguientes señales: miran fijamente a su cliente potencial y se tocan dos veces la cabeza, a la altura de la sien.

“Todos los días se ve un grupo de tres o cuatro personas vendiendo en el San Pío. Desde la mañana comienza la venta. La droga la ‘encaletan’ en los árboles. Uno como ciudadano, sin experiencia, nota cómo opera este grupo. No entiendo cómo existe un CAI y los policías no se han percatado”, manifestó una residente de Cabecera.

En otros escenarios, como Los Sarrapios, casi que a diario se reportan individuos que comercializan y consumen estupefacientes.

“La problemática se extendió casi por todo el sector. De forma descarada se consumen drogan en espacios que antes era frecuentados por niños, familias y deportistas”, señaló Niño.

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