Publicidad

Bucaramanga
Martes 15 de octubre de 2019 - 12:00 PM

Mi hijo vive en la sonrisa de alguien más: Historias de donación de órganos en Bucaramanga

El pasado 14 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Donación de Órganos y Tejidos, fecha en la que los protagonistas son aquellos que deciden regalar vida a pesar de haberla perdido.

Compartir
Imprimir
Comentarios
 Javier Rodríguez (segundo de izquierda a derecha) junto a Daniel (primero de izquierda a derecha), fallecido en mayo de 2018, y sus otros hijos. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA).
Javier Rodríguez (segundo de izquierda a derecha) junto a Daniel (primero de izquierda a derecha), fallecido en mayo de 2018, y sus otros hijos. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA).

Compartir

Javier Rodríguez (segundo de izquierda a derecha) junto a Daniel (primero de izquierda a derecha), fallecido en mayo de 2018, y sus otros hijos. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA).

Mónica Santodomingo y su hijo Diego Alberto Quintero, quien falleció a finales de 2017. Su corazón, riñones, hígado, piel y tejidos ayudaron a salvar otras vidas. (Foto:  Suministrada/ VANGUARDIA).
Mónica Santodomingo y su hijo Diego Alberto Quintero, quien falleció a finales de 2017. Su corazón, riñones, hígado, piel y tejidos ayudaron a salvar otras vidas. (Foto: Suministrada/ VANGUARDIA).

Mónica Santodomingo y su hijo Diego Alberto Quintero, quien falleció a finales de 2017. Su corazón, riñones, hígado, piel y tejidos ayudaron a salvar otras vidas. (Foto: Suministrada/ VANGUARDIA).

Para el 2018, la principal causa de muerte de los donantes potenciales fue en primer lugar el accidente cerebrovascular (41,1%), y en segundo lugar el trauma craneoencefálico (39,1%). (Foto: Archivo / VANGUARDIA).
Para el 2018, la principal causa de muerte de los donantes potenciales fue en primer lugar el accidente cerebrovascular (41,1%), y en segundo lugar el trauma craneoencefálico (39,1%). (Foto: Archivo / VANGUARDIA).

Para el 2018, la principal causa de muerte de los donantes potenciales fue en primer lugar el accidente cerebrovascular (41,1%), y en segundo lugar el trauma craneoencefálico (39,1%). (Foto: Archivo / VANGUARDIA).

“Mayo 13 de 2018 es un día que marcó la vida de ustedes y la mía. Quiero agradecerles inmensamente por tener la bondad de donar y darme la oportunidad de vivir... Me siento afortunado de tener el corazón de su hijo... Llevo dos meses trasplantado y siento que nací por segunda vez, por eso quiero expresarles mi eterna gratitud... Su corazón está conmigo, es decir que una parte de él está aquí con ustedes también... prometo cuidarlo, de verdad... gracias por darme una nueva oportunidad, por dejarme disfrutar mi familia y por dejarme salir adelante...”, se puede leer en una de las varias cartas que alguien le ha mandado a Javier Rodríguez García.

Cuando tiene dudas sobre si tomó la decisión correcta solo las lee y entonces siente que todo lo que hizo estuvo bien. Se imagina cómo es la persona que de vez en cuando le envía agradecimientos y le cuenta cómo va el corazón de su hijo. Le gusta imaginarse que es igual de risueño y carismático y que siempre está feliz. Eso lo reconforta.

No se pueden conocer, ni tener contacto más allá de las letras porque el Estado protege la información del donante y su familia y también la de los receptores. Esto, para evitar choques emocionales o psicológicos o que, como pasó en algunas ocasiones, la familia del donante decida cobrar por los órganos.

“Ni se me pasó eso por la cabeza, nunca. ¿Cómo se le ocurre? Yo sí quisiera conocerlo, darle un abrazo y decirle que tiene el mejor corazón del mundo”, dice Javier.

Después de la pérdida de un hijo o un familiar, justo ahí en el momento en que el médico dice que no hay nada que hacer, ¿cómo pensar en otros, en otros padres, en otros hijos, en salvar una vida? Javier y Mónica lo hicieron y hoy están orgullosos.

La decisión de dar vida

“¿De verdad hizo eso? ¿Por qué?”, los han cuestionado varias veces desde que decidieron donar los órganos de sus hijos.

A Mónica Santodomingo Acevedo se lo han preguntado en tono acusatorio y ella siempre responde que fue la mejor forma de honrar la memoria de su hijo Diego. Él nunca se lo dijo, pero ella lo sentía. Más tarde, cuando una compañera de universidad de su hijo le contó que durante una conversación entre amigos Diego les había dicho que cuando muriera le gustaría que sus los órganos pasaran a alguien que lo necesitara, ella no tuvo dudas.

A la misma pregunta Javier siempre responde: “Se lo voy a decir como hubiera respondido Daniel: Mi papá se anotó un golazo”.

Tanto Daniel como Diego fallecieron en un accidente de tránsito mientras conducían una motocicleta, ambos tuvieron traumas craneoencefálicos y al final de la lucha, muerte cerebral.

Diego, de 24 años, estudiaba Administración de Empresas y se accidentó mientras iba camino a la universidad. Daniel, de 20, era un emprendedor que se arriesgó a continuar con el negocio de su papá, un local de comida rápida, cuando él se separó de su mamá y se fue a vivir a otro pueblo.

“Estaba tan lleno de vida, ¿cómo iba a negarle a alguien la posibilidad de vivir como él, de sentir como lo hacía él? ¿Cómo iba a negarle a Dani la posibilidad de dar vida? ¿Cómo iba a oponerme a que el corazón de Dani siguiera latiendo?”, se cuestiona Javier como intentando encontrar una sola razón por la que no debería haber hecho lo que hizo. No la encuentra.

Tan pronto supo que no había nada que hacer por su hijo, más que dejarlo conectado a una máquina el resto de su vida, decidió aprobar la donación de todos los órganos que estuvieran en buen estado. La mamá estuvo de acuerdo. Nadie les preguntó, nadie los convenció. Solo lo decidieron.

Ese día de mayo de 2018, mientras por alguna razón le tocó ver el momento en el que el corazón, los riñones, el hígado y algo de tejido salían de la sala, etiquetados y con el nombre de su hijo, lo único que lo mantuvo en pie fue imaginarse la felicidad de la familia de la persona que recibiría ese regalo y a su hijo sintiéndose orgulloso de haber salvado unas cuantas vidas.

Empatía vs dolor

No, no y no. Para el padre de Diego era un no rotundo. “A mi hijo me lo entierran completo”, gritaba cuando la médico Laura Hernández Delgado, coordinadora de Trasplantes de la Fundación Cardiovascular de Colombia, FCV se le acercó a hablarle sobre donación.

Mónica, por su parte, había estado reflexionando al respecto. Durante la última noche que pasó acompañando a su hijo en el hospital, una enfermera le habló sobre la empatía, sobre ponerse en los zapatos del otro, sobre solidaridad y ella, aunque no conocía mucho sobre el tema, dijo que sí.

“En un momento como esos, después de una pérdida de la que uno no se repone nunca, tomar decisiones es más difícil. Pensar en el otro es más difícil, pero también es más valioso”, asegura Mónica, quien tuvo que convencer al padre de su hijo para que aprobara el procedimiento.

“Si usted estuviera a punto de morir y necesitara un órgano sano, ¿lo recibiría? Si la única opción de salvarse es que alguien le done algo, ¿lo aceptaría?”, le preguntó en el momento. Él accedió a regañadientes.

Para la doctora Laura, quien tiene muy clara la ley de donación de órganos (Ley 1805 de 2016) que dicta que todos los colombianos son donantes, a menos que en vida expresen lo contrario, el trabajo que tiene que hacer su equipo es tan duro como estratégico, pues no puede pasar mucho tiempo antes de dar en adopción los órganos (después de las 48 horas se van perdiendo algunos) pero tampoco pueden presionar a las familias en un momento tan duro.

“En algunas partes del país la ley se está cumpliendo pase lo que pase, es decir tienen que donar y punto, pero nosotros creemos que a pesar de que es un mandato, es una decisión que debe salir desde el corazón, desde el ánimo de ayudar y de dar vida, por eso creemos que primero hay que conversar, mostrar ejemplos, enseñar y convencer desde el amor”, explica.

Sin embargo, también asegura que aun cuando los casos son difíciles, la ley debe hacerse cumplir a menos que la persona fallecida haya dejado notariada su decisión de no ser donante y lo haya reportado al Instituto Nacional de Salud.

A través de ella y de tres médicos más, coordinadores del área de Trasplantes, la familia de los donantes y quienes recibieron los órganos pueden tener algún tipo de contacto, aun sin conocerse.

Algunos reciben cartas, otros audios con mensajes de agradecimiento y unos más incluso notificaciones sobre cómo van los controles médicos. Quienes volvieron a la vida no encuentran cómo agradecer y quienes tomaron la decisión de salvar unas cuantas solo esperan que sus familiares vivan en la sonrisa de otros por mucho tiempo.

Crecen las donaciones en Santander

Desde que empezó a regir la Ley 1805 de 2016,que convierte a todos los colombianos en donantes, a menos que en vida expresen lo contrario, el número de donantes para la regional conformada por Santander, Norte de Santander y Cesar se ha incrementado.

Según Laura Hernández, coordinadora de Trasplantes de la FCV, en 2015 había una negativa familiar de casi 55%, es decir, de diez familias, cinco o seis decían no a la donación y después de la ley ese porcentaje bajó a 22%.

Mientras que en 2016 hubo apenas 16 donantes en Santander, en 2017 aumentó más del doble y en 2018 la cifra subió a 54. En lo que va de este año ya van 45 donantes.

En la actualidad más de 2.500 colombianos requieren de un trasplante para seguir viviendo, pero la cifra de donantes a nivel país no es suficiente. El año pasado hubo 398 donantes con un total de 1.184 órganos trasplantados.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí y únase a nuestro canal de Whastapp acá.

Publicado por Irina Yusseff Mujica

Publicidad

Publicidad

Tendencias

Publicidad

Publicidad

Noticias del día

Publicidad