Ni la pandemia por el COVID-19, los 1.240 kilómetros de distancia entre Bucaramanga y Tulcán, Ecuador o el cierre de fronteras, impidió que la familia de Paula, una bebé de dos meses, llegara a la capital de Santander en busca de una esperanza de vida.
Buscando salvar la vida de su pequeña hija de dos meses, una pareja de esposos ecuatorianos desafió la pandemia y viajó por tierra hasta Bucaramanga.
La hazaña, como ellos mismos la describen, inició en Tulcán, Ecuador, a siete kilómetros de la frontera con Colombia.
Si bien, el hecho de traer a su tercer hijo al mundo en medio de la pandemia por el COVID-19 ya era complicado, la vida de esta familia se tornó más difícil cuando se enteraron que su pequeña Paula había nacido con mielomeningocele, un defecto del tubo neural en el cual los huesos de la columna no se forman totalmente, e hidrocefalia, asociada a la malformación congénita.
“Teníamos bastante miedo de poner en peligro su vida, no sabíamos qué hacer y no podíamos resignarnos”, menciona el padre.
En medio de la preocupación, dieron con el doctor William Omar Contreras, neurocirujano de la Clínica Foscal, quien junto a un equipo de profesionales han posicionado al centro médico como pionero en intervenciones para corregir defectos congénitos de la columna vertebral dentro del útero.
“Vimos el reportaje del doctor con Jerónimo, un bebé que padece el mismo diagnóstico que Paula, pero que aún estaba en el útero. Esa fue una señal de Dios. Nos centramos en buscarlo y contactarlo hasta que tuvimos una consulta virtual en la cual nos dio la esperanza de la operación”, manifiesta el padre.
Cruzando fronteras
Con el visto bueno del médico, empezaron a gestionar los permisos de salida y entrada al país, pues por el confinamiento cruzar las fronteras no era tarea sencilla. Ese trámite les tomó casi un mes.
“La espera fue bastante larga y complicada, cada día que transcurría la hidrocefalia iba aumentando, el defecto en la espalda iba creciendo y las anomalías en sus movimientos eran más notorias”.
Una vez lograron el permiso, padres, abuelo y Paula emprendieron su viaje hasta Bucaramanga. Travesía que les tomó 24 horas en carro particular, ya que por el cierre de fronteras viajar en avión era imposible.
“No nos importó la distancia, solo teníamos ganas de llegar lo más pronto a la ciudad y ver a nuestra hija sana. El amor hacia los hijos es lo que lo motiva a uno a hacer lo que sea necesario para verlos bien. Por amor vinimos desde tan lejos en una pandemia, dejando a nuestros otros dos hijos en Ecuador”, relata con emoción el padre de la menor.
La cirugía
Antes de hospitalizar e intervenir a Paula, ella con tan solo dos meses y sus padres debieron hacerse la prueba PCR para saber si estaban contagiados con coronavirus.
Superado este requisito, Paula pudo ser intervenida por el médico William Omar Contreras y un grupo de microcirujanos, evitando que a futuro deba movilizarse en silla de ruedas.
“La paciente nació con un defecto congénito de la columna, donde los nervios que deben estar cubiertos por hueso, músculo y piel están expuestos. Teníamos tres misiones, cerrar el defecto en su espalda y poner todo funcionalmente en su lugar, evitar que Paula quedara con síndrome de médula anclada, una complicación de este tipo de lesiones en el que a medida que la persona va creciendo puede presentar daño neurológico y preservar la función neurológica”, explicó el neurocirujano de la Clínica Foscal.
Además de esto, Paula también tuvo que ser intervenida para corregir su hidrocefalia.
“En once días hemos logrado restablecer la esperanza de esta familia, que cruzó fronteras y que venía muy angustiada, sin una solución al problema de su hija. El resultado es fantástico, es una historia de éxito, en la que podemos pensar que Paula va a conservar la fuerza en sus piernas y va a poder caminar”, agrega el médico.
