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Colombia
Jueves 25 de octubre de 2018 - 12:00 PM

Un colombiano va por el Nobel de los Derechos Humanos

Las balas que no alcanzaron a silenciarlo, le dieron el impulso que hoy lo tiene en la órbita mundial por cuenta de su nominación al premio Martin Ennals Award distinción que se entrega desde 1993, considerado como el Nobel de los Derechos Humanos.

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Un colombiano va por el “Nobel” de los Derechos Humanos (Foto: Tomada de Colprensa El Colombiano / VANGUARDIA LIBERAL)
Un colombiano va por el “Nobel” de los Derechos Humanos (Foto: Tomada de Colprensa El Colombiano / VANGUARDIA LIBERAL)

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Un colombiano va por el “Nobel” de los Derechos Humanos (Foto: Tomada de Colprensa El Colombiano / VANGUARDIA LIBERAL)

Se llama Marino Córdoba, tiene 54 años de edad y sus 1,85 metros de estatura le ayudan a soportar su trabajo: defender los derechos de las víctimas del conflicto, de las negritudes y de las comunidades indígenas de Colombia, tal como sucedió en el Proceso de Paz de La Habana entre Gobierno y Farc, en el que, con apoyo de alrededor de 190 organizaciones, lograron incluir el Capítulo Étnico en el Acuerdo Final alcanzado.

Su trasegar, que empezó desde 1997 tras sobrevivir a la Operación Génesis en Riosucio, Chocó, una acción armada que provocó desplazamiento de las comunidades en esta región y en la que participaron paramilitares y miembros de las Fuerzas Armadas, le permitieron hacerse visible y, naturalmente, mostrar ante el mundo lo que padecen las víctimas del conflicto armado.

Por esta acción armada, el Estado fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por considerar que “incumplió sus obligaciones de garantizar la asistencia humanitaria”.

Córdoba resultó nominado junto otros dos líderes sociales dedicados a velar por los Derechos Humanos: Abdul Aziz Muhamat, de Papua, Nueva Guinea, y de Eren Keskin, de Turquía, quienes se disputan este reconocimiento que se entregará el 13 de febrero del próximo año.

¿Quién es él?

Yolanda Perea, líder de víctimas del Chocó, asegura que este reconocimiento es muy valioso, sobre todo porque Córdoba ha ayudado a poner en el mapa internacional lo que padecen las comunidades.

“Ha sido de gran apoyo, porque sus contactos en Estados Unidos han ayudado, de cierta manera, para que a las víctimas nos pongan cuidado, y eso se ha logrado, en gran medida, por la presión internacional”, dice Perea, tras resaltar que Córdoba también ha ayudado a hacer visible que a los líderes sociales de Colombia los están asesinando.

Otra voces que respaldan la labor de Córdoba llegan desde los jurados del premio. Por ejemplo, Andrew Anderson, asegura que por más de una década “ha defendido los derechos de la población afro y de los más marginados”, mientras que Guadalupe Marengo sostiene que su trabajo, aunque doloroso, ha permitido conocer que en Colombia se ha derramado “la sangre de los defensores de derechos”.

Así lo asume

Córdoba, quien preside la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes), dio a conocer su percepción sobre esta nominación y, sin un mínimo asomo de orgullo, con su voz humilde, demuestra que, más allá del reconocimiento, esto lo impulsa a seguir en su labor que, “por más duro que suene, demuestra que en Colombia nos estamos matando y el mundo se está dando cuenta de esto”.

Teniendo en cuenta esta realidad y, viviéndolo en carne propia, pues además de sobrevivir y huir hacia Estados Unidos, donde vivió 11 años, Marino ha sufrido cinco atentados y ha sobrevivido, aunque en uno resultó herido en su pierna izquierda.

Ahora y como en 1997, dice que su mayor preocupación es que “no hay un plan del Estado para garantizar que el trabajo de los líderes se respete y se entienda como un aporte a la paz y a la construcción de mejores opciones de vida para nuestras comunidades”.

A Marino, aunque por momentos se le pasa por la cabeza la opción de dejar a un lado la labor que realiza, asegura que cuando eso sucede lo analiza y desiste, porque es “darle la razón a quienes nos amenazan” y, por eso, este reconocimiento lo convence de no dejar esa lucha, porque, concluye: “nos merecemos una mejor suerte en Colombia”.

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Publicado por COLPRENSA

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