La gallina criolla, esa ave que no puede faltan en una finca del campo colombiano y que fue traída al continente por Cristóbal Colón, es un actor sustancial en la seguridad alimentaria.
De acuerdo con Guillermo Nigrinis Consuegra (autor del libro El gallinero colombiano, la gallina criolla), estas rústicas aves son tan valiosas genéticamente como las razas bovinas criollas del país.
“Son tolerantes a las enfermedades, buena producción anual de huevos, de carne magra y acentuado sabor, y tolerantes a las inclemencias del trópico bajo”, agregó.
En su investigación que duró cerca de un lustro, Nigrinis Consuegra estimó que se clasifican por razas, variedades, estirpes y grupo; de ahí el sinnúmero de grupos genéticos que existen en el territorio nacional.
“Una gallina criolla producen entre 60 y 100 huevos anuales, un nivel bajo frente a las aves comerciales; sin embargo, ese producto es muy económico, ya que se alimenta de pastos e insectos”, agregó.
El investigador estimó que es un ave que no puede faltar, por ser proteína animal disponible.
“Por mantenerse sueltas, además, son controladoras de insectos y plagas. Una gallina criolla come de todo”, aseveró.
Gavilán, enemigo
El gavilán es el enemigo eternos de las gallinas criollas y sus polluelos.
En la usanza campesina, los gallos eran castrados y a la vez, obligados a anidar. La finalidad: para que se le enfrentarán al gavilán y defender a “muerte” su nido. También, a las pollitas se les colocaba un trapo rojo para confundir, a la hora del ataque, al diestro y feroz cazador, el llamado “gavilán pollero”.