domingo 01 de diciembre de 2019 - 12:00 AM

Libardog: Un bocado de historia de la comida rápida bumanguesa

La historia de uno de los restaurante más importantes y tradicionales, comenzó hace más de treinta años, en las calles de Bucaramanga con un humilde y sencillo carrito de perros.

Uno de los aspectos más representativos de la gastronomía bumanguesa es la comida rápida. No solo es algo que decimos los propios de esta región, sino los que nos visitan.

Por eso, hablar de Libardog es hablar de buena sazón, de la mejor tártara y piña, pero sobretodo, es hablar de una parte de la historia de esta ciudad.

Un negocio con mucho empuje

Libardo de Jesús Suta Mogollón es el hombre que, por allá en el año de 1985, decidió crear su propio negocio. La tarea no fue fácil, se necesitó de mucha perseverancia, voluntad, y sobre todo, fuerza, pero no solo emocional, sino física, pues su pequeña empresa empezó siendo un carrito de perros que ubicaba diagonal al hoy conocido Hotel Dan Carlton.

“Libardog fue producto de una tendencia de comidas rápidas que surgió en esa época en Bucaramanga. Yo estaba esperando el llamado para trabajar en un hotel, y mientas aguardaba por dicho llamado, dije que iba a vender perritos”, relató Libardo.

De forma casi instantánea, el pequeño negocio de este hombre, se hizo tan popular, que las personas esperaban impacientes a que fueran las 5:00 de la tarde para ‘caerle’ y comerse su perrito con kola Hipinto, combo que, para esa época, costaba solo 80 pesos.

Desde trabajadores, estudiantes, empresarios, hasta las personas más importantes e influyente de la Bucaramanga de esa época, llegaron a hacer la compra. Lo que más le fascinaba a Libardo era poder hablar con cada uno de ellos y aprender de aquellas conversaciones.

Sin embargo, una de las mejores experiencias es haber sido testigo de la forma en la que solo una salsa transformó la forma de consumir comida rápida en Bucaramanga. Se pasó de consumir el perro tradicional norteamericano, que venía acompañado solo con cebolla, salsa de tomate y mostaza, a crear el perro santandereano, acompañado de la famosa tártara, sala de piña, queso, carne, pollo, entre otras cosas.

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“Estuvimos en esa parte importante que fue marcar una tendencia que se quedó y se convirtió en una forma de nuestra cultura. La gente no acepta que un negocio de comida rápida no haya ni piña ni tártara.”, dijo Libardo.

En cuanto a estas dos salsas que, bien podría decirse, son típicas de esta región, Libardo es todo un experto, pues en la ciudad es conocido por tener la receta de la que muchos consideran “la tártara más rica del mundo”, al igual que su salsa de piña.

Con respecto al secreto de su sabor, Libardo dice que no existe ninguno, pero que, para él, hacerla es todo un ritual. Cada mañana se levanta a prepararla con mucho amor, pues le motiva que a la gente le guste tanto y que la consideren como la más rica y un ícono de la ciudad.

Es así que decidió empezar a venderla para que todos puedan tener un poco de este delicioso aderezo, el kilo le cuesta $32 mil, la libra $19 mil y los 250 gramos cuestan $10 mil.

“Esa salsa ha viajado por todo el mundo. Ha llegado hasta la China”, comenta entre risas Libardo.

En cuanto a la piña, la respuesta es la misma. Él mismo la hace, pues no concibe que en los restaurantes sirvan una piña industrializada “aquí la gente prefiere la salsa casera”, añade.

El asfalto, su trampolín

Recordar sus inicios es algo que lo llena de orgullo y hace que que ese espíritu humilde, pero emprendedor siga vivo.

Por casi 8 año Libardo trabajó en la calle, tiempo que alternaba para estudiar música y pitar partidos de baloncesto.

Aunque a la calle le debe todo, pues ahí empezó, Libardo considera que es muy “jarto” ser informal, y que el salto a la formalidad es difícil y da miedo, pero siempre se puede.

Es por esta razón que el 3 de enero de 1993, Libardog abre sus puertas y se consolida nace como marca, no solo de comidas, sino de ciudad.

Así han sido más de 26 años al servicio de los bumangueses, en donde hay de todo tipo de productos y ha sido considerado por el famoso crítico de comida, Tulio Zuluaga, como el restaurante obligado para visitar aquellos que quieran probar las mejores papas fritas.

En todo el sentido de la palabra, solo existe un Libardog, porque también solo cuenta con un único restaurante. Aunque el deseo de expandirse y llegar a otros lugares es latente, lo único que frena a este empresario, son sus comensales, a quienes les debe todo.

“Para mí es un gusto estar aquí y poder saludar a mis clientes, hablarles. Me fascina escuchar a la gente, y yo creo que eso es lo más valora la gente al venir aquí. No estoy diciendo que sea malo crecer y extenderse, pero por el momento no quiero quitarme el placer de ser yo mismo quien atiende a las personas que vienen, pues son clientes que llevan más de 30 años conmigo”, expresó Libardo.

Y es que, aunque el paso del tiempo es inclemente, para Libardo está más que claro que los únicos que pueden envejecer son los que están a cargo del negocio. Libardog no, no puede envejecer, cada día debe reiventarse y ser más joven.

Por eso uno de los retos más grandes ha sido enfrentarse a la revolución tecnológica y las nuevas formas de consumo. Sin embargo, ha sabido hacerle frente y el trabajo ha sido sobresaliente.

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“Hace como un años hice una capacitación en Marketing digital para restaurantes, que nos lo dictó la Cámara de Comercio y el Sena. Siempre es complicado, pero me ha gustado generar contenido. La diferencia es que las nuevas generaciones nacieron con lo digital, pero yo no”, relató Libardo.

Por ahora, otra de las metas que tiene propuesta es llegar a ser una empresa 100% amigable con el medio ambiente. Ya se ha avanzado con la eliminación de algunos materiales, pero el reto es ser completamente sostenible.

Todos estos retos que ha sabido enfrentar y continuará enfrentando, según el, no son para un beneficio económico, sino una forma de retribuirle a los bumangueses el cariño que tienen por esta empresa, la cual, ellos mismo han catalogado como patrimonio gastronómico de la ciudad.

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