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Espiritualidad
Miércoles 29 de mayo de 2019 - 12:00 PM

Abrámosle la puerta a lo nuevo

Cambiar a veces implica pasar por alguna crisis. Y es normal que eso suceda, pues todo en la vida implica ciertos reajustes que obviamente nos pueden resultar incómodos.

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Hay gente que se afana por todo aquello que rompe con su cotidianidad. Este proceder sorprende, más en un mundo que se mueve cada vez a un ritmo más acelerado.

La verdad eso podría ser relativamente ‘normal’, si se tuviera en cuenta que la sensación de miedo la terminamos percibiendo todos en algún momento de nuestra vida, algunos con más intensidad que otros.

Pese a ello, es preocupante que existan personas que ante la más leve circunstancia de cambio se sienten amenazadas o se ahogan en un ‘pozo de nervios’ cuando les sucede algún imprevisto.

Insisto que es obvio experimentar cierto temor hacia aquello que nos resulta desconocido; pero no por eso nos podemos privar de contemplar otros retos o responsabilidades, sólo porque no estamos seguros de lo que nos deparará una nueva situación.

Pese a que es evidente que cualquier persona está más cómoda y confiada desempeñando actividades en las que se siente como ‘pez en el agua’, desde el punto de vista del crecimiento personal resulta poco productivo aferrarse y no permitir que la vida nos sorprenda.

¿Por qué a los ‘conformistas’ les da tanto miedo lanzarse a nuevos trayectos?

El temor que se experimenta ante los cambios básicamente está motivado por la ansiedad que genera el saber que existe la posibilidad de no ser capaz de responder de manera idónea a esa nueva situación que se debe afrontar.

El mantener una mente abierta nos permitirá aceptar y adaptarnos de la mejor forma a las variantes condiciones o a las exigencias que nos plantee la vida en el día a día.

Conozco personas que siendo muy competentes en su profesión, ante un cambio de ciudad o empresa, han demostrado que el reto les ha quedado grande. Su falta de valentía y capacidad para contemplar los beneficios que trae consigo el cambio las ha obligado a permanecer aferradas al pasado o a dejarse llevar por la nostalgia.

Después de todo, el estar en un lugar conocido no las pone a prueba; y si eso llegara a suceder simplemente tienen la certeza de que pueden controlar cualquier situación.

La anterior es una errada visión, pues lo único que escrituran es el tedio o la rutina de sus vidas.

Sin temor a incurrir en imprecisiones, pues cada quien tiene su propia historia, por lo general las personas que se rehusan al cambio son psicorrígidas y fieles a una forma de vida esquemática y predecible, que incluso las lleva a manipular de manera sutil las situaciones con tal de evitar salir de sus zonas de confort.

El efecto de esta equivocada actitud es que las personas tardan más tiempo en madurar mental y emocionalmente, ya que se resisten a sentirse competentes para asumir nuevas exigencias y prefieren seguir en sus aburridas rutinas.

En suma, quienes muestran renuencia al cambio frenan su autonomía, son intolerantes, no son libres y poco a poco se vuelven perezosos y amargados.

No hay duda que para disfrutar de otras experiencias necesariamente hay que tener la disposición para adaptarse a un mundo en constante cambio.

Por eso, siempre será importante que la decisión de cambiar salga de ese deseo de hacer cosas distintas para esperar resultados diferentes.

En esto también implica asumir riesgos, lo que no necesariamente nos obliga a lanzarnos al vacío.

El cambio lo realiza cada quien y él se da cuando se invierte tiempo y esfuerzo en ser lo que se quiere ser, pagando las cuotas de sacrificio que ello implica.

Sólo así existirán más posibilidades de triunfar y de hacer parte de ese grupo de personas que dejaron de conformarse con ser simples espectadores de los éxitos de los demás y tomaron el riesgo de convertirse en uno más de ellos. ¡Adelante, vaya por lo suyo!

¡Cuénteme su caso!

Las inquietudes asaltan a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo asfixian en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíeme su testimonio al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, yo mismo le responderé. Veamos el caso de hoy:

Testimonio

“No sé por qué mi vida siempre ha estado inmersa en un torbellino de angustias y repleta de problemas. A cada rato se me presenta alguna circunstancia que cambia para mal mi existencia y me arroja a un mar de tristezas. ¿Será que tengo que vivir resignado a sufrir? Todo eso me pasa por ser un tonto. ¡Por favor, deme uno de sus buenos consejos! Muchas gracias”.

Respuesta

Vea la vida como lo que es: una escuela y un continuo proceso de aprendizaje.

Entienda que los sucesos que se le presentan a cada momento llegan para algo. Tenga la capacidad de reaccionar de una manera propositiva.

¿Qué le quiero decir?

Que todo hace parte de su proceso de crecimiento; mejor dicho, deje de lamentarse por sus problemas y asuma cada hecho desde una perspectiva más positiva y sanadora.

Así las cosas, le sería más fácil resolver y superar cada angustia que padezca.

Aceptar, sin que por ello tenga que resignarse a sufrir, le permitirá adquirir mayores fortalezas y mejores capacidades de acción.

En su carta usted no me da mayores detalles de lo que le está agobiando; tampoco me expresa cuáles son esas circunstancias que lo arrojan a ese ‘mar de tristezas’, tal y como me lo escribe en su misiva.

Sin embargo, debo decirle que en medio de todas esas adversidades de las que habla, su prioridad será procurar el máximo crecimiento personal en sus cinco dimensiones: la física, la mental, la afectiva, la social y la espiritual.

Un consejo: Disfrute su vida como una aventura. Todo lo que le sucede -tanto lo bueno como lo malo-, tiene sentido para su desarrollo personal.

Cuando asuma la vida de manera más realista y con dignidad, su espíritu se sentirá más a gusto enfrentando las experiencias que se le presenten.

Tome clara conciencia de lo que le ha estado sucediendo y de aquello que le ha venido presionando el espíritu, no solo para que pueda superarlo, sino para que adquiera dominio propio y sepa cómo actuar.

Debe convertirse en una persona que sabe disfrutar de la vida, porque ha aprendido a aceptarla tal y como ella viene en cada momento.

Una ultima anotación: Para que logre el máximo desarrollo es importante que deje de juzgarse tan duro.

Ojo: usted no es ningún tonto. Mejor descubra las maravillosas alternativas que la vida le ofrece para aprender y evolucionar.

REFLEXIONES SUELTAS

¡Dar lo mejor!

La vida no se trata de ser un ganador o un perdedor; el asunto es ser uno mismo y siempre dar lo mejor.

El agradecimiento

El talento le abre muchas puertas, pero el ser agradecido se las mantiene abiertas.

Dios está con nosotros

No hay silencio que Dios no entienda, ni tristeza que Él no sepa; tampoco hay amor que Él ignore o lágrimas que no valore.

Sea fuerte

El Señor le da la oportunidad de escribir, corregir y mejorar su historia todos los días.

Reflexión

Nunca ignore a una persona que se preocupe por usted. Lo digo porque algún día se dará cuenta de que perdió un diamante mientras estaba ocupado recogiendo piedras.

¡No se deje afectar!

Cuando logra ser inmune a las opiniones y a las acciones de los demás, se ahorra sufrimientos innecesarios. ¿Para qué le presta atención al chisme? No se tome nada personal y libérese del fastidioso ‘qué dirán’.

Trayecto

Debe caminar y crear su camino al andar. Diseñe su propio trayecto y deje huella; de esta forma avanzará de verdad.

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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