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Espiritualidad
Sábado 07 de mayo de 2022 - 12:00 PM

Hay un remedio para la culpa, reconocerla

Fallar en algo no nos convierte en personas malas o indignas de cariño. Cometer errores es humano, lo que está mal es insistir en no enmendarlos.

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Usted, yo y en general todos tenemos derecho a equivocarnos, aunque no por eso debemos acostumbrarnos a fallar a toda hora.

La verdad es que no debemos juzgarnos tan duro. Reconocer nuestros errores y hacernos responsables de ellos mejorará tanto nuestro estado de ánimo como nuestras relaciones personales.

Es obvio que cuando nos equivocamos nos debemos sentir mal. Sin embargo, eso no implica vivir amargados, frustrados ni mucho menos estar embadurnados de culpas que no nos dejan continuar viviendo en paz.

Siempre he creído que la vida es una sucesión de subidas y bajadas y, en cierta medida, esos giros nos instan a asumir la responsabilidad de nuestros actos y, al mismo tiempo, tenemos la oportunidad de ser misericordiosos con nosotros mismos.

Asumir nuestras faltas implica hacer acopio de entereza para mirar de frente nuestras sombras más oscuras. Hacerlo es un ejercicio de humildad y un deseo genuino de convertirnos en mejores seres humanos.

Es preciso que hagamos las cosas lo mejor posible para evitar trastabillar; y si por alguna razón nos equivocamos, debemos levantarnos y seguir.

Lo que no podemos hacer es caer en etapas cíclicas en donde un día nos portamos bien y al otro nos descarrilamos porque, al vivir de esta forma, estaremos en un círculo vicioso en el que nos quedaremos dando vueltas que nos estancarán.

¿De qué hablo? De que no podemos transgredir el sentido común; es decir, hay que tener consciencia de que se ha fallado y, por supuesto, enmendar.

La anhelada redención no se logra siendo irresponsable ni creyendo que podemos hacer lo que se nos dé la gana, sin pagar un precio por nuestros errores. De ahí que sea preciso tratar de solucionar la falta, para que este proceso de culpa no se nos convierta en una carga eterna.

Si fallamos tenemos que vernos frente a frente para reconocer nuestros yerros y, acto seguido, hay que pasar la página. Eso sí, hay que procurar no volver a cometer las mismas faltas.

Nos corresponde ponernos manos a la obra y no dejarnos contagiar con el pesimismo.

Si a pesar de estas recomendaciones nos cuesta trabajo levantarla mirada, busquemos ayuda en el corazón de Dios. Con la oración nos podemos poner en las manos de Él, de tal manera que encontremos su perdón y logremos una gota de alivio a nuestras angustias.

Decidamos, de ahora en adelante, hacer las cosas con la conciencia tranquila, ser buenas personas, no caer en el hechizo de las apariencias, compartir más tiempo con nosotros mismos, hacer bien nuestro trabajo y, por supuesto, ser honestos con los demás y también con cada uno de nosotros.

REFLEXIONES CORTAS

* Amar a los demás es bello, pero jamás pierda el amor que debe sentir hacia usted mismo. La felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida le da y en soltar con serenidad lo que el destino le quita. Eso sí, cuando salga del mundo de alguien, ciérrele la puerta con cariño.

* Mientras usted duda de sus capacidades, otros están asustados con su gran potencial. Téngase fe, pues ello definirá el tipo de valor que se da y, sobre todo, la confianza que deposita en sus proyectos. Si persevera y tiene claro lo que va a realizar, saldrá victorioso.

* El pensamiento positivo que suele ir aparejado con el optimismo, es una parte clave del manejo del estrés. Con una buena actitud, los problemas se vuelven retos a cumplir. Así las cosas, sonría y vaya hacia adelante que lo demás llegará por añadidura.

¡CUÉNTENOS SU CASO!

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Paso por situaciones complicadas, pues nada me resulta bien. Soy ‘de malas’ y a toda hora me lleno de ideas que me hacen sentir triste. Creo que mi salud empeora, tras el desánimo que tengo. Miro hacia el horizonte y le juro que el pensamiento positivo del que usted habla no me funciona. ¿Qué me aconseja? Gracias”.

Respuesta: El pensamiento positivo obtiene los mejores resultados de las peores situaciones. Es decir, así no lo quiera ver, sí es posible encontrar algo ‘bueno’ en todo lo que le ocurra.

Más allá de que las cosas se vean mal a su alrededor, debe tener claro que, siendo propositivo, afrontará mejor los inconvenientes. Por lo que leo en su carta, no percibo que sea optimista, sino que es demasiado pesimista.

Ojo: pensar de una forma gris le multiplicará los efectos nocivos que le ha venido generado su penosa situación. En cambio, si se mantiene entusiasta, con acciones y no con propósitos inermes, llevará un estilo de vida más saludable.

El asunto no pasa solo con pensar bien y quedarse con las manos cruzados. Pase de las intenciones a la acción, pues del cielo nada le caerá.

Entable un diálogo interno en el que no atraiga tragedias ni ideas pesimistas. Sea lo más misericordioso posible con usted y diseñe salidas a su crisis. Si un pensamiento negativo ocupa su mente, evalúelo en forma racional, plantee una solución y destierre esa negatividad.

Pídale serenidad a Dios y, sobre todo, piense en las cosas por las que debe estar agradecido en su vida. ¡Hágame caso y me cuenta cómo le va!

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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