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Espiritualidad
Miércoles 25 de septiembre de 2019 - 12:00 PM

La vida que nos toca vivir

Muchas personas se resignan a sufrir y en medio de sus frustraciones navegan en un mundo de tristezas, aburrimientos y desilusiones. Es hora de sacudirse de toda esa negatividad

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Una de las frases más deprimentes que les escucho decir a ciertas personas es la siguiente: “Esa es la vida que me toca vivir”.

Me molesta ese concepto porque siempre he tenido claro que a nadie ‘le toca’ hacer nada; todo lo que uno haga es porque así se decide.

Cuando alguien afirma que le ‘toca’ vivir ‘esto’ o ‘aquello’, en el fondo resume sus deliberaciones a resignaciones inconfesadas.

Esa frase también deja ver a quien la pronuncia como una víctima, como un ser frágil e incluso como alguien que no es capaz de superarse.

Es como decirse a sí mismo: “Este es mi negro destino”, “Acepto mi desgracia solo porque sí”, “Aprendo a vivir con la mala suerte”, en fin...

No creo que todo esté escrito, así nuestro panorama se vea oscuro.

No debemos culpar al destino de los contratiempos o por esas dificultades que algunos suelen llamar como “males”.

Un problema, lejos de ser una tragedia, es precisamente una oportunidad que la vida misma quiere darnos para que aprendamos nuevos saberes y obtengamos valiosas experiencias.

Es obvio que las dificultades sí nos obligarán a replantear y a actualizar nuestras verdades y criterios más profundos. Pero, gracias a ellos, seremos nosotros mismos los que nos brindaremos la oportunidad de transitar por nuevos caminos de éxito y de realización personal.

No podemos seguir pensando que venimos a este mundo a sufrir. ¿De dónde saldría semejante sentencia?

Usted y yo no estamos obligados a afrontar un destino cruel e injusto, del cual supuestamente no podremos escapar.

Recordemos que disponemos de un libre albedrío que nos permite escoger lo que más nos conviene y lograr lo que más deseamos.

Si pensamos de una manera propositiva y esperanzadora, estaremos en plena libertad para tomar decisiones y asumir la responsabilidad y los beneficios que cada una de ellas nos traiga.

Los resultados serán entonces tan favorables que más de uno sentirá envidia de nuestras realizaciones.

Dicho de otra forma, la suerte estará de nuestro lado si aprendemos a distinguir los sueños de las realidades.

Con esta página hoy quiero hacerles una invitación a realizar un análisis serio y objetivo de nuestras vidas actuales y a decidirnos a luchar ‘a brazo partido’ para lograr aquello que soñamos.

Si aprovechamos las energías que tenemos, si nos llenamos de confianza, si nos ponemos manos a la obra y si le pedimos a Dios fortaleza y sabiduría para actuar, no solo lograremos lo que nos propongamos sino que ratificaremos que venimos a esta vida a disfrutar.

Actuemos así y verá que lo que nos ‘tocará’ de verdad es ser felices y brillar generosamente para asegurar nuestro bienestar.

Tal vez estamos en mora de encontrarnos realmente para sentirnos más vivos y comprometidos con el bello arte de respirar.

No olvidemos que la vida misma premia la fe que nos tenemos y también contamos con la generosidad de la Divina Providencia. Porque cuando profesamos esa fe descubrimos que cada mañana es grande, así como los deseos de disfrutar las múltiples cosas que nos regala el Creador.

EL CASO DE HOY

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo asfixian en la actualidad? Hábleme de ellos para reflexionar al respecto. Envíeme su testimonio al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, yo mismo le responderé. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Siempre oculto mis sentimientos y mi forma de pensar. Lo hago porque suelo ser crudo al hablar, lo que me lleva a herir susceptibilidades. Obviamente yo no quiero entrar en disputas con nadie ni afectar a los demás. Tampoco me quiero comprometer con las personas; para mí lo esencial es seguir mi vida lo más cómodo posible. Pese a ello, a veces me ‘bajo de nota’ porque tengo que seguir aparentando que mis asuntos van bien, cuando son unos absolutos desastres. No soy un hombre espiritual y casi que podría decir que no veo las cosas desde un mundo religioso. Sin embargo al leerlo a usted interpreto su forma espiritual de ser, que es vista desde la cotidianidad. Por eso pienso que me podría ofrecer algún tipo de sugerencia. Gracias”.

Respuesta: Disimular u ocultar sus sentimientos o su verdadera manera de pensar no le favorece para nada; al contrario, eso lo único que hace es opacar los mejores aspectos de su personalidad y lo arroja a escenarios de frustración.

Además, sin siquiera imaginarlo, su estado anímico afecta directamente a su estado físico. Los médicos sostienen que ciertas emociones represadas no sólo producen malestar; también pueden activar el sistema nervioso y eso al final se traduce en estrés, depresión, aislamiento y otras complicaciones del cuerpo y de la mente.

Si a cambio de ese disimulo se dedica a aprovechar al máximo su capacidad de liderazgo y pone a funcionar a todo vapor sus buenas ideas, descubrirá que nada de lo que intente conseguir, que sea recto y valioso, le va a ser negado por la Divina Providencia.

Tal vez si controla su excesiva crudeza al hablar descubrirá que puede adquirir toda la seguridad y capacidad de acierto que necesita para lograr expresar, con las palabras precisas y con argumentos válidos, sus puntos de vista.

Ahora bien, expresar las emociones implica ser consciente de lo que está sintiendo.

¿Qué le pretendo aconsejar?

Que sin agredir a nadie, reconozca sus emociones y no las reprima. No pierda de vista que el origen de gran parte de sus preocupaciones tiene que ver con situaciones emocionales.

Entiendo que, desde su perspectiva, sea cómodo no comprometerse. Yo, de hecho, tampoco me pongo a pelear con los demás por mis puntos de vista.

No obstante, tenga presente que su mente no siempre es objetiva y, a lo mejor, le convendría ver su situación desde una perspectiva más racional.

Si actúa con serenidad y dedica un poco de tiempo a escudriñar su interioridad, podrá desentrañar sus dudas.

Es preciso, eso sí, ser asertivo y al mismo tiempo tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Eso le ayudará a entender los puntos de vistas de los demás y, en algún momento, llegar a soluciones consensuadas.

¡Hágame caso! Por más que vea que algo en el ambiente es complicado, exprese sus emociones con la mayor naturalidad posible y sin arrebatos.

En lo que respecta al tema de la espiritualidad, coincido con usted en el sentido de que ser espiritual está conectado con la transcendencia en la vida y eso no tiene porqué derivarse necesariamente en un asunto de religión. Sin embargo, más allá de los ritos, de las oraciones, de las creencias y del conocimiento de la fe, no veo nada de malo en que las almas se fortalezcan desde los templos.

REFLEXIONES CORTAS

* Usted nació sin nada y morirá sin llevarse ni un peso. No sufra por un dinero que no le servirá en la tumba.

* Incorporar el amor en nuestra manera de ver y de hacer las cosas llega a transformarnos por completo.

* En un momento difícil yace una oportunidad que parece imposible. A eso es lo que yo denomino como milagro.

* Arriésguese a cambiar para obtener nuevos resultados. Si siempre hace lo mismo, recibirá lo mismo.

* Siempre hay que mantener la coherencia en la manera de pensar y en los objetivos que uno se ha trazado.

* Apreciar los méritos propios es un placer que debe ser ‘paladeado’ de vez en cuando, sin sonar creído.

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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