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Espiritualidad
Jueves 09 de julio de 2015 - 12:00 PM

Lo que el caracol nos enseña

Del caracol podemos aprender muchas cosas, entre ellas, su serenidad, su perseverancia y su particular forma de protegerse.

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Ilustrar esta página de Espiritualidad con la imagen de un caracol es, antes que un recurso gráfico, una forma de mostrar la imagen creadora de una singular anatomía que invita a la transparencia y a la serenidad.

Porque ese animal, que lleva sobre su espalda una gran concha espiral, además de mostrar una de las tantas obras diseñadas por las manos de Dios, nos deja ver la realidad y, al mismo, tiempo la sencillez de la vida.

¡Él avanza sin prisa, pero también sin pausa!

Tiene la inmensa cualidad de que sabe defenderse, a pesar de que se ve vulnerable.

Es cierto que a veces se ‘esconde’, pero no lo hace por cobardía. Lo que pasa es que sabe llevar su carga sin tanto aspaviento, sin gritársela a todo el mundo y, sobre todo, la sobrelleva al interior de su humanidad.

Tal vez tiene claro que el progreso espiritual se mide, de manera precisa, alcanzando la tranquilidad.

Lo que el caracol enseña es que puede crecer desde adentro y proyectarse al exterior y que, en esa misión, no tiene otra maestra que su propia alma. Por eso, cuando él siente que las condiciones le son favorables, sale de su concha y decide seguir su trayecto.

De él también sorprende que puede andar sobre el filo de un cuchillo. Y aunque usted suele verlo en el piso, tiene otras habilidades como las de trepar por las paredes o avanzar por el techo. Es decir, es capaz de ascender tan alto como se lo proponga.

Algo más: Su propia baba le sirve para curarse de las heridas y librarse de infecciones.

Mejor dicho: El caracol nos invita a tomar las cosas con calma; a saber protegernos; a caminar con cautela, pero llegando lejos; y a autocurarnos.

A veces nos estresamos y nos complicamos sin darnos cuenta; eso es algo que no le ocurre a este molusco.

Y tal vez no se vea como un animal bonito, pero si lo analiza bien tiene una belleza especial.

Él además demuestra que el tiempo no importa tanto, que podemos atravesar caminos al ritmo de Dios, sin tener en cuenta ni la hora ni las piedras o lo ‘filoso’ del trayecto.

Nosotros, en la vida diaria, corremos demasiado y no disfrutamos el momento preciso. Además nos cuesta mucho entender que para llegar a la meta hay que hacerlo con un horizonte bien definido, más allá de las vicisitudes que llevemos sobre la espalda.

Ojalá fuéramos capaces de vivir intensamente cada momento, deteniéndonos sin miedo a perder el tiempo o la primera posición en la carrera.

Debemos caminar paso a paso, pero dejando huellas positivas, no marcando nuestro territorio, sino haciendo más fácil la aventura de vivir.

Con calma

El caracol nos invita a la paz. Porque nosotros, que somos sensibles tantas veces a los gritos y a la agresividad, antes que responder con amabilidad nos igualamos al violento y actuamos a la defensiva hiriendo muchas veces a quienes más queremos. Ojalá siempre nos tratáramos con respeto y cariño, con la delicadeza del caracol.

También hay que entender que podemos adaptarnos a nuestra realidad y no quererlo todo para ya. La verdad es que a nosotros nos falta paciencia y nos sobra el afán.

Debemos comprender que, si bien somos frágiles y vulnerables, podemos defendernos con dignidad y humildad, pero siempre teniendo la gallardía de analizarnos por dentro.

Una última reflexión del caracol: ¡Siempre hay sol en su vida! Porque así se refugie en su concha, él mismo, desde su interior y por supuesto con la venia de Dios, ilumina su propio camino.

¡aprovechemos nuestro tiempo!

Limpiamos el aire, pero ensuciamos nuestras almas. En este tiempo encontramos personas con más oportunidades, pero con caracteres débiles; con más libertad, pero que expresan menos alegría. Los actuales son días en los que llegan dos sueldos a casa, pero aumentan los divorcios; son tiempos de casas más hermosas, más llenas de cosas, pero vacías de calor, de ternura y de amor.

Por eso no guarden nada para ocasiones especiales. Cada día que vivimos es el tiempo preciso. También pasen más tiempo con su familia. ¡Salgan a disfrutar la vida!

No guarden su perfume para una fiesta; Úsenlo cada vez que tengan ganas. Hay que eliminar de nuestro vocabulario frases como “algún día”, “ya vendrá la ocasión” y “quizás mañana”.

Aprendamos a disfrutar todos los regalos que cada día se nos dan como gracia del Señor. No intentemos retardar, detener o guardar nada que agregaría risa o alegría a nuestra vida. Cada día, hora o minuto es

importante. ¡Todo es un premio que Dios nos otorga!

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Publicado por Euclides Kilo Ardila

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